Había una ansiedad expectante. Venezuela estaba pendiente de lo que el mandatario anunciaría. Todo se arruinó rápidamente. De las dos horas y cuarenta y ocho minutos que duró el palabrerío, casi ciento veinte minutos se fueron en insultos, medias verdades, aplausos frenéticos pagados, inútil gritería de barras que parecían comparsas de carnaval. Espectáculo grotesco.
El llamado discurso fue un adefesio de incongruencias, donde nunca el gobierno tenía la culpa de lo que ocurre. La figura del gobernante era extravagante, está más gordo que nunca. Al finalizar el “mensaje” la gente concluyó que este hombre no es merecedor de respeto. Decirnos que Venezuela es un modelo económico para el mundo, repetir que hay una guerra económica contra el país, decretar un aumento de sueldo a inicios del año cuando las empresas y especialmente los supermercados no han podido ni hacer inventarios, decretar un tercer Sicad que es casi reconocer que los dos anteriores fueron una burla y anunciar que el precio de la gasolina sería discutido en asambleas populares, era engañar a todo un pueblo. Pero el peor engañado era él.
Presentarnos una metáfora de tres países, donde siempre los malos son los empresarios, el imperio, la burguesía parasitaria, los contrabandistas, los bachaqueros, la guarimberos y no un gobierno sin planificación, sin rumbo, ni expertos.
Lució el mandatario como un mamarracho que es según el diccionario castellano una persona que hace el ridículo y tiene poca voluntad de cambiar su actuación. Lo más grave es que si le hacemos un seguimiento a la opinión pública internacional, después de haber escuchado el magnífico discurso de Obama ante el Congreso de los Estados Unidos, aparecemos también como un país defectuoso, donde no se puede invertir. Y ese es el peor daño que nos hizo Maduro con su intervención.
Para mantener las barras oficialistas en la calle se contrató un camión de Arepera Venezuela. El gobierno estaba consciente de que había que montar “pan y circo”. Finalmente el mandatario a manera de epitafio dijo “Dios proveerá”. El 80% de los venezolanos sabe que Dios dice “ayúdate, que yo te ayudaré”. Y la manera de ayudarnos es acabar con esta farsa.
Pero todo no terminó en la Asamblea Nacional. El pasado 23 de enero, el mandatario volvió con sus desplantes. Acusó a expresidentes de México, Chile y Colombia, que nos visitan, de estar pagados por el narcotráfico. Dos administraciones españolas de diferentes partidos le reclamaron a Chávez y Maduro sus calificativos contra el expresidente del gobierno español Aznar. Se espera que estos gobiernos latinoamericanos reclamen por igual.
En la concentración le faltó el respeto a Capriles, no podía faltar el tema del magnicidio, amenazó a los empresarios de alimentos con un ultimátum y denunció un golpe de estado en puertas. Sabiendo cómo está la situación del país, emprendió otro viajecito a Arabia Saudita, en menos de un mes lleva tres salidas al exterior. Venezuela a la deriva.