Poco a poco nos vamos quedando sin la juventud preparada que necesita un país como este, llevado por la ineptitud al atraso, al hambre, la decadencia y gran crisis que padece. La juventud representa lo nuevo. Se necesitan hombres inteligentes, buenos gerentes, capacitados, que amen el país y sean honestos ciudadanos, se necesitan cambios económicos, cambios en la justicia, sociales, que traigan la paz y la armonía, que den paso a la prosperidad y abran horizontes de interés y beneficios para todos. El progreso económico traerá oportunidades de trabajo, tecnología, innovación, seguridad y desarrollo. El pueblo podrá disfrutar de un nivel de vida reservado solo a unos pocos privilegiados. Los horrores y errores cometidos son bárbaramente infinitos. La historia les cobrará muy caro sus abusos. Todo esto aunado al hambre, la corrupción, la inflación y la escasez es la causa de que el pueblo reclame, proteste y esté enfurecido.
Cuando ser profesional no favorece el desarrollo de un ser humano, cuando las posibilidades del porvenir las cierran, cuando se ve obligado a elegir entre vivir libre o ser esclavo de un amo, es el momento de accionar los motores y tomar otro rumbo.
El desaliento de vivir en un país sin oportunidades ni libertades, no podrá nunca quitar a nadie el derecho de escoger su destino y hacer fuera de fronteras de su vida algo extraordinario. No es fácil dejar la patria en que se nace, se crece y se ha sido feliz. Pero cuando son adversas las circunstancias, es hora de cambiar el rumbo, soltar amarras, inflar las velas y sobre el pecho de la mar con el bagaje de sueños iniciar la travesía en busca de mejores oportunidades, alejarse del hostigamiento, de la opresión y seguir siendo el mismo que se ha sido, único, irrepetible e intransferible.
Emigran y siguen emigrando como han emigrado tantos jóvenes, buscando calidad de vida y oportunidad de progresar en tierras de libertad, de paz y derechos humanos respetados y protegidos.
Ella también emigró, subió a su velero, inspeccionó los aparejos, tensó las perchas, calculó el tiempo, midió la fuerza del viento, levó anclas y se fue con la fresca brisa de Enero, cargada de plegarias y de fe. Lloró, evocó sus raíces, besó su bandera, suspiró y agitando su pañuelo dijo ¡Adiós! a la querida patria, a su familia y amigos, mientras allá en la copa de un árbol un ave de luz preparaba su vuelo y sus Hosannas al Altísimo.
Las estelas que el velero dejaba a su paso parecían incrustaciones de nácares de luz sobre el espumoso encaje, algas salían y se sumergían como vigilantes peregrinas, un poco más allá bailaban un vals las caracolas al compás de un violín sobre las olas, sonidos y más sonidos de encantadas flautas acompañaban al velero, mientras que la soñadora construía catedrales de plegarias dentro de su alma. Despejando nubarrones avanzó con su bagaje de sueños sobre el azul inmenso, hasta llegar al puerto de un mar de espléndida belleza, cuyo sonido es fragor que embelesa y la luz de aquel sol abre horizontes y bahías de alegrías sobre el cálido oleaje de los días. Arribó a puerto seguro con el alma llena de fe de mañanas y esperanzas.
Hija: No detengas nunca tus sueños, no te rindas, ni esperes nada del azar. La suerte es la constancia, voluntad, amor y energía que se pone en lo que se hace. Sueña siempre, pero dale forma a tus sueños y regresa cuando quieras o cuando termine la dictadura. Todos te estaremos esperando con los brazos abiertos.
Amanda N. de Victoria
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