Venezuela solo ha vivido una postguerra, la que ocurrió una vez terminada la guerra de independencia. El país estaba destruido: la población reducida a 2/3, entre muertos y huidos y, además, entre los huidos y muertos estaban no solo los ricos, sino también los que sabían cómo mantener productivo el país.
Terminada la guerra, el primer acto de sensatez lo impuso Páez, al separar el país de la Gran Colombia, en contra de los bolivarianos de entonces que querían continuar la guerra para evitar el desmembramiento de la gran Colombia. Páez fue un gran civilizador, porque entre otras cosas tenía muy claro que había que volver a ser productivos, recuperar el campo, incorporar el país al progreso industrial, había que sanar las heridas, dar estabilidad, reorganizar al estado y sus finanzas, devolver la paz y la confianza. Trajo emigrantes, llamó a los venezolanos que habían huido y con la Fedecámaras de entonces, la Sociedad de Amigos del País, trajo maquinarias, semillas, conocimientos y avanzó capital para producir. Lamentablemente su esfuerzo se vio interrumpidos por los caudillos de siempre, los iluminados que no podían aceptar que terminada la guerra tenían que convertir sus espadas en arados.
El esfuerzo de reconstrucción se retomó con Guzmán Blanco, otro loco que, a pesar de su egolatría y ladronería, entendió la importancia de acondicionar el país con ferrocarriles, puentes, acueductos, academias de ciencia y tecnología, edificaciones escolares, etc. Pero de nuevo, los primitivos de entonces lo obligaron a irse y volvieron las montoneras. El progreso se detuvo hasta que llegó Gómez y acabó -temporalmente- con los caudillos. Entonces, tras su muerte el país fue conociendo nuevos tiempos de progreso. Habían pasado cien años entre la batalla de Carabobo y el ascenso de Eleazar López Contreras.
Hoy estamos a la puertas de una segunda postguerra. El país está pronto a desembarazarse de una Honorable Hermandad que han logrado la destrucción del país en aras de un proyecto viablesolo en sus mentes extraviadas. No hemos tenido guerra, ninguna potencia nos ha invadido y nada de lo que hoy nos pasa puede atribuirse sino a nosotros mismos. Lo que vemos no es muy diferente a cualquier otra postguerra en cualquier tiempo: la improductividad del país, la inseguridad, la escasez y la inflación que la acompaña es similar a la que vivieron los alemanes tras su derrota en las dos guerras mundiales.
Las preguntas fundamentales son: si destruir el país llevó 16 años ¿Cuánto tiempo llevará reconstruirlo?, ¿a qué costo social? ¿con cuanta inestabilidad política, sustos y contramarchas? Y, sobre todo ¿bajo qué esquemas políticos, económicos y sociales?
Sin duda que hay que ir elaborando un proyecto de país que nos devuelva a la esperanza.