El autobús avanza y lucha con el tráfico, el calor y los huecos. Yo lo voy manejando, como antes, y parece que fue ayer. Puse el saco en el espaldar, y me quité la corbata. Vendedores informales pasan por un lado, aprovechando el semáforo en rojo. Niños pidiendo. Avanzo, cobro pasaje, doy vuelto. Me seco el sudor, llego a la parada. Sigo. Pero ahora no puedo. Se espicha un caucho del autobús. Me bajo. Los pasajeros se van. Busco el caucho de repuesto. No hay. El colector me dice que no se consiguen. ¿Y entonces?
Suena el celular. ¿O fue un pajarito? Qué bonito, que bello, que bonito. No. Es Cilia. Me dice que vaya a hacer la cola donde el chino de la esquina porque llegó el jabón…o va a llegar, que eso le dijo Delcy que tiene una prima que amaneció allá.
La grúa no ha llegado. Dejo el autobús. Me voy corriendo. Salto las bolsas de basura que parece que tienen años allí en la calle. Me canso. Oye, pero estoy como gordo. Sigo pero ahora camino rápido. Me seco el bigote. De repente ¡Zuas! Se me atraviesan dos chamitos. Manos arriba. Me atracan. Me quitan el celular. Y los zapatos. Qué pena. Tengo una media rota. Le doblo la punta. No me hagan nada, por favor. Se van corriendo. Yo también.
Llego al abasto del chino. Un bululú se arremolina en la entrada y una hilera de gente llega casi hasta la otra cuadra. Madre cola ¡Dios!. La cola está larga. Ni modo. Si no consigo jabón, Cilia me espeluca, y yo no soy un pelucón para comprar ese jabón más caro. No. Soy un bigotón. Busco el final de la cola. Camino en medias y sudao de la carrera. La gente me ve con asombro sin zapatos, y se ríe, disimuladamente…bueno, otros no disimulan. No les paro. Veo caras conocidas. Allá está Elías, como a la mitad. El aprovecha y vende Jaua.¡Epa! Allá está Diosdado. Me dice que llegó a las 5 am. Son las 11 y media. Y este solazo, y la cola no avanza. Bueno, si avanza, pero muy lento. ¿Y esa bulla? Allá viene una gente del barrio de al lado, protestando porque tienen un mes sin agua. Piso una piedrita …me sobo el pie. Ando en medias. Esta cola está fuerte. ¿Alcanzará el jabón?
En ese momento, un ministro se acerca y colocándole la mano en el hombro le dice: -Señor, todo está listo. Ya estamos en cadena nacional. El hombre alto se seca el sudor, y sale de su ensimismamiento. Se distrajo ¿Un segundo? ¿Un minuto? ¿Una hora? Horrorizado, mira el auditorio, se aferra a su investidura y poder, y piensa en silencio cómo empezar, pero sigue asustado. Le tiemblan las manos. Debo hacer el anuncio. Pero suavecito, sin estridencias. Tuvo un baño de realidad. Menos mal fue solo un sueño. ¡Qué pesadilla!.
@alexeiguerra