Escuchar a los funcionarios del gobierno nacional declarar sobre la situación de escasez que vive el país, y las colas que toda la población debe hacer para intentar conseguir productos básicos, significa constatar la decadencia de nuestra clase gobernante.
Invariablemente el guión que repiten, en forzada tranquilidad robotizada, es el mismo. No reconocen la escasez. Niegan el desabastecimiento. Para ellos las colas son una ficción. La gente está contenta de poder comprar todo. No tiene necesidad de madrugar para apostarse en las cercanías de abastos o supermercados. Sencillamente patético.
Negar la realidad de los problemas y necesidades de la gente es, para un gerente público, el camino más rápido hacia el fracaso. Paradoja de quien para poder actuar y abordar las situaciones económicas o sociales, desde el poder del Estado, debe primero conocer a profundidad y diagnosticar la realidad, y no negarla ni ocultarla.
En el caso de la “revolución”, negar la realidad, falsearla, acallar la crítica, parece constituir la premisa fundamental de la gran estructura de propaganda que, ante la orfandad de ideas o soluciones, se encarga de “crear” y re-crear la realidad para el pueblo de Venezuela.
Ante esta circunstancia, en la cual el gobierno pretende militarizar la escasez, obligando a la gente a hacer largas colas sin protesta ni pataleo, conscientes como están de su incapacidad para solucionar una coyuntura que es el resultado de 15 años de políticas, decisiones, normas y arbitrariedades para destruir la empresa privada, el aparato productivo y el esfuerzo particular, a objeto de reemplazarlo por un Estatismo parasitario y controlador, que hoy hace aguas, el fracaso es evidente, aunque se nieguen a reconocerlo.
Todo el descontento social, toda la indignación de la gente que a pesar de hacer colas, no puede adquirir cualquier producto, toda la impotencia de ser víctima por urgente necesidad, de un mercado negro para conseguir algún artículo, mercado negro creado por el mar de controles y regulaciones creadas por el gobierno para impedir y obstaculizar las relaciones económicas y de trabajo, toda la rabia de ver a la élite militar-civil-boliburguesa en el poder disfrutando de viajes y lujos, mientras la ciudadanía padece empujones, sol y maltrato, todo debe confluir y transformarse en organización, en movilización para protestar y lograr el cambio político que el país requiere. Las parlamentarias son un horizonte para avanzar hacia ese cambio, pero no el único.
Es irresponsable tener a un país desesperado, haciendo colas, a empresas paralizadas, decisiones postergadas, por un anuncio sobre el tema cambiario que no llega, por un viaje o gira, sobre la cual tampoco se sabe con certeza de fines o resultados.
Así que señores ministros, funcionarios o personajes encumbrados, que se burlan hoy del drama de la gente, reflexionen. La mentira es un bumerang. En el momento menos pensado regresa, se te devuelve y te golpea en todo el centro del cinismo.
@alexeiguerra