Especial #DP2015: La Divina Pastora en el amor del pueblo larense

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En 1703, en Sevilla, el cura de la iglesia de San Gil, padre Isidoro de Sevilla (inspirado en un sueño), encargó al pintor Miguel Alonso Tovar, un cuadro de la Virgen, ataviada como pastora, que poco después fue expuesta en la procesión del 8 de septiembre, día de la natividad de la Virgen, imagen que pronto cautivó el afecto de la población española y fue empleada para pacificar a las comunidades indígenas.

Los gayones se caracterizaron por ser pueblo aguerrido e indoblegable. Desde la presencia de los colonizadores, se enfrentaron constantemente.

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En el siglo XVIII, ya diezmados demográficamente por el acoso colonizador, es cuando fray Bartolomé de Salazar y Ruiz, cura doctrinero de Santa Rosa del Cerrito, consigue la pacificación con paciencia a través de la prédica de la Divina Pastora, acontecimiento que da inicio a la devoción, que se acrecentó con el paso de los años y con la aparición de la epidemia del cólera en Barquisimeto, lo cual motiva al pueblo a solicitar el poder mediador de la Virgen, protección y consuelo.

La imagen se quedó en Santa Rosa

En la tradición barquisimetana que rodea la historia de la venerada imagen destaca que en 1740, el párroco de Santa Rosa, Sebastián Bernal quiso para su iglesia una imagen de la Inmaculada Concepción, y al mismo tiempo el vicario del templo de la Inmaculada Concepción, solicitó una imagen de la Divina Pastora, “pero por designios de la Providencia”, al llegar los encargos en cajas de madera se intercambiaron y el de la Pastora fue a parar a Santa Rosa y el otro a la iglesia de la Concepción.

Cuando Bernal abrió su encomienda, advirtió la equivocación, ordenando a unos indios y arrieros llevar el cajón y su contenido hasta Barquisimeto, “pero el bulto se tornó tan pesado que ni los indios ni las bestias pudieron mover el cajón que contenía la imagen en piezas de la Divina Pastora”.

Bernal con estupor, al comunicar lo sucedido, el vicario de la Concepción, se sorprendió por el acontecimiento y consideró que la imagen debía quedarse en Santa Rosa porque demostró ser ese su deseo.

No existe hasta el presente pruebas documentales que demuestren este hecho, pero el histórico suceso forma parte, como señalamos, de una arraigada tradición.

El nicho de la Pastora

Con el propósito firme de promover la veneración a la Divina Pastora, se construyó en la capilla de Santa Rosa del Cerrito, un altar y para el año de 1746, ya se hace referencia a este con motivo de la visita eclesiástica del vicario superintendente Carlos Herrera.

El culto a la imagen fue creciendo, especialmente cada 8 de septiembre.

El acontecimiento siguió desarrollándose hasta el terremoto del 26 de marzo de 1812, cuando el sismo destruyó casi todas las edificaciones en Barquisimeto, incluyendo la iglesia de la Concepción, así como el templo de Santa Rosa, “pero la nave lateral, en donde permanecía la Divina Pastora, quedó intacta y la imagen no sufrió ningún daño”.

Luego del histórico y terrible suceso, se inició la reconstrucción del templo, concluyendo la obra en 1864.
El templo ha sido sometido a mejoras parciales desde la fecha, pero la más importante ocurrió en 1956, con motivo de la coronación canónica de la Virgen, cuando restauran el altar mayor.

La epidemia

En noviembre de 1855, reportaron los primeros casos de cólera en Barquisimeto, epidemia que llegaría a Venezuela, a través del vapor venezolano Integridad que atracó en puerto del río Orinoco el 9 de septiembre de 1854.

“El terror se apoderó de la región y es aquí, cuando, como último acto de fe y esperanza, surge la histórica rogativa del padre José Macario Yépez, quien pide cese la enfermedad a cambio de su vida”.

Rogó ante la Pastora

En 1855, el padre Yépez, viendo la propagación de la epidemia del cólera, hace edificar el monumento a la Cruz Salvadora en el sitio de Tierritas Blancas, en las afueras de la ciudad, obra dirigida por Mariano J. Raldíriz y José Manuel Otero, consagración llevada a cabo en diciembre.

Más tarde, el 14 de enero de 1856, convoca a una gran rogativa ante la cruz y se llevan al sitio imágenes de los templos barquisimetanos, entre ellos la Divina Pastora de Santa Rosa y Jesús Nazareno desde la parroquia Concepción.

En elocuente relato, el historiador Nectario María apunta que al finalizar la plática el padre Yépez, movido por un celestial impulso de caridad cristiana, exclamó: “Madre mía, Divina Pastora, por los dolores que experimentó tu Divino Corazón, cuando recibiste en tus brazos a tu Santísimo Hijo en la bajada de la Cruz, te suplico Madre Mía, que salves a este pueblo, ¡que sea yo la última víctima del cólera!”

Dicen que desde ese día disminuyó la epidemia, y por ello quedó establecida la tradición de traer anualmente la imagen de la Divina Pastora a la ciudad de Barquisimeto.

El padre Macario Yépez morirá de fiebre tifoidea meses después, el 16 de junio de 1856. Sepultado “a escondidas y a toda prisa, al abrigo de la noche por sus alumnos, en el cementerio de San Juan”, dado que las fuerzas del Gobierno lo buscaban para apresarlo por adversario al régimen y conspirador.

¿Cómo eran las procesiones?

Todos los años, sin exceptuar uno solo, ni aun en las épocas de guerras civiles, incluyendo la de la Federación, que fue de cinco años, el 14 de enero, a las cinco de la madrugada, salía de Barquisimeto una peregrinación, a pie, hasta Santa Rosa, para traer en la tarde a su querida imagen de la Divina Pastora.

Era costumbre durante esa época levantar arcos triunfales en las calles por donde pasaba la procesión. La imagen era cargada por una docena de hombres sobre un mesón y éstos se colocaban sobre la cabeza unos rodetes de trapo para soportar el peso. Un sacerdote presidía la romería que salía de Santa Rosa cerca del mediodía, llegaba a una plazuela en la entrada de la ciudad como a las cuatro y hacía una parada en la casa del señor Casimiro Casamayor.

Hasta allí la traían dentro de un camarín para protegerla del polvo del camino, luego le daban el último arreglo y le colocaban el Niño en los brazos.

Al destapar la imagen le cantaban una salve y, antes de proseguir el camino hasta la Catedral (hoy templo de San Francisco), la ciudad entera le brindaba un recibimiento majestuoso.

Luego, cada domingo, la sacaban (la imagen) en procesión paseándola por las calles para llevarla a las diferentes iglesias de manera que las personas pudieran en cada parroquia expresarle su devoción y acercarse a ella.

Se acostumbraba regresarla al pueblo de Santa Rosa una vez concluido el recorrido, antes del domingo de carnaval, para evitar el juego callejero que usualmente tenía lugar en estas fiestas.

A su regreso, pasaba de nuevo por el monumento a la Cruz Salvadora y paraba en casa de Casimiro Casamayor, para cubrirla con el camarín que la protegería.

Virgen de Altagracia protectora de Quíbor

Desde el año 1882, la Virgen de Altagracia sale en procesión para bendecir al pueblo de Quíbor, devoción mariana que se arraigó al aparecer en el pueblo, mientras otros pobladores afirman que fue traída por el capitán español Gracián Alvarado, quien le dedica la ermita a la Virgen.

Según las crónicas, Quíbor era una región en donde las precipitaciones ahogaban los conucos, lo que originó que los indígenas comenzaran a venerar el lienzo luego que milagrosamente la Virgen calmara la inundación que se aproximaba con las correntías de la quebrada Atarigua.

Sale en procesión

Con la llegada del ocaso, una congregación de hombres saca en hombros de la iglesia la Ermita la imagen de la Virgen de Altagracia, una pintura de forma rectangular, cuyas medidas son de un metro y diez centímetros de alto por 95 centímetros ancho.

La procesión se realiza por las calles de Quíbor a lo largo de un kilómetro lineal, recorriendo catorce esquinas hasta su entrada triunfal en el templo de Nuestra Señora de Altagracia. Allí se efectúa otra ceremonia, esta vez de recibimiento, acompañada del júbilo y algarabía.

Fue en 1605

Nildo Echegaray, cronista del municipio Jiménez, indica que la sagrada imagen de Nuestra Señora de Altagracia de Quíbor, fue pintada en el año 1605 por un artista de origen malagueño (España) conocido como Tomás de Cózar, quien realizó el lienzo entre ese pueblo y El Tocuyo.

El hermano Nectario María, en su obra Orígenes históricos de Quíbor, identifica al artista con el apellido Tovar, pero ahora ha quedado esclarecido que no es así sino como ya fue apuntado.

La Chiquinquirá de Aregue

Rememoran los lugareños del pueblo de Aregue Viejo, antiguamente denominado Dariguaco o Darihuaco, que en las épocas de lluvia, el río Morere se desbordaba e inundaba la sabana, por lo que tenían que mudarse para la zona alta, donde más adelante fue fundado el pueblo de Aregue.

Antiguos datos mencionan que en una de esas inundaciones, cuando las aguas habían bajado, los indios volvieron a sus chozas y una india llamada Chiquinquirá se encontró atorado, en la empalizada de su casa, un largo tubo de metal.

Como los indios eran muy supersticiosos no quisieron tocarlo y fue uno de los sacerdotes misioneros quien lo sacó y al destaparlo encontró enrollado un hermoso lienzo que revelaba la imagen de la Virgen del Rosario, a quien más tarde le dieron el nombre de Chiquinquirá, voz indígena que significa ‘lugar pantanoso y cubierto de niebla’.

La Virgen india

Los indios adoctrinados por los padres misioneros comenzaron a honrar a la sagrada imagen, por ello es llamada la Virgen india.

Hoy congrega a multitudes y cada 4 de octubre, más de diez mil feligreses acompañan en su retorno a la sagrada imagen (lienzo) en procesión, que parte a las cuatro de la madrugada desde la iglesia catedral Carora, municipio Torres, hasta el pueblo de Aregue, en un recorrido de más de 10 kilómetros.

Nuestra Señora de la Chiquinquirá de Aregue es la patrona de la Diócesis de Carora, y su lienzo representa a la Virgen del Rosario, pero con los rasgos mestizos de india y morena.


Fuente:

La Divina Pastora, Historia de una Devoción. María Matilde Suárez y Carmen Bethencourt. Barquisimeto 2005

Lo Bello y lo Útil de Lara. Casa Propia Entidad de Ahorro y Préstamo. Barquisimeto 2004

Historia de la Divina Pastora de Santa Rosa. Hermano Nectario María. Barcelona 1926.

El padre José Macario Yépez 1799-1855. Lino Iribarren Celis. Caracas 1952

Barquisimeto: Historia privada, alma y fisonomía de Barquisimeto de ayer. Rafael Domingo Silva Uzcátegui. Caracas 1959

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