Hoy llega la Divina Pastora a Barquisimeto, pero no escribiré de esta muy amada visitante porque ya lo harán muchos y cualquier cosa que diga desde el Guaire seguramente estará de más. Que el Turbio se encargue del recibimiento. Voy a otra cosa.
Ayer entré en el último año de mi década de los ochenta, ¡y todavía escribo! Ruego a los lectores que, cuando empiece a enviar insensateces, se quejen al periódico y desde allí se encarguen de decirme, con caridad, que no envíe más mis artículos. Digo con caridad, no tanto por la forma de comunicármelo, sino porque es tenerla y mucha, no dejarme hacer el ridículo, ¡he leído a algunos que lo han hecho! La lealtad que yo quiero de EL IMPULSO es que no permita que lo haga.
Y bien, como parece que aún conservo lucidez, vamos adelante. Hace poco leí, de san Josemaría Escrivá, este trocito que me gustó mucho: … Si tienes moral de victoria, si luchas, con el auxilio de Dios, ¡vencerás! (Forja, 344). Destaco lo de moral de victoria porque nos viene bien desentrañar el contenido de esta expresión en este recién estrenado 2015, que viene cargado de lúgubres pronósticos: quiebre de la economía porque ya no aguanta más, en consecuencia, estallido social, protestas, luchas y violencia, incertidumbre política y de autoridad, ¿se puede sostener un régimen en estas condiciones? Aunque entre nosotros todo es ahora inédito y sorprendente, parece que no.
Sin embargo, no es lo que pase o pueda pasar lo importante, es nuestra actitud como pueblo. Hay mucha gente alicaída, resignada, entregada, sin esperanzas ni ánimos de combatir. Nos falta moral de victoria y eso es lo que nos hunde. Si un pueblo conserva ese ímpetu interior de no dejarse abatir, no está perdido. Sometido temporalmente, en un momento oportuno puede erguirse y sacar su garra de vencedor. Pensemos en esto. Cada quien debe examinar su estado de ánimo y, si lo encuentra por el suelo, reaccionar sin tardanza, cara a Dios que nunca nos abandonas e incorporarse a una lucha que es de todos. El pesimismo atrae lo negativo, mientras que sonreírle a la vida arrastra y contagia lo bueno, lo esperanzador y positivo. Cada uno de nosotros, en su poquedad, es responsable de la psiquis de la sociedad, contribuimos a que ésta sea emprendedora o apocada, fuerte en la adversidad o débil para resistir y entonces rendirse. Eso no debe ser nuestro caso porque, como gotas de agua muy pequeñas pero múltiples y unidas, podemos hacer un torrente, entonces … ¡que ninguna se deje secar!
Esa tiene que ser nuestra firme y potente moral de victoria para este año nuevo y quinceañero del siglo.