Todos los años acompañamos a nuestra madre, la Divina Pastora, caminando por esta hermosa ciudad crepuscular, guiados por su luz celestial que irradia para todos paz, armonía, hermandad, tolerancia, respeto.
Millones de personas se ponen en marcha para ser guiados por los valores cristianos en los que la esperanza es su más hermoso valor, para recorrerla a pie, acompañados por su real presencia, sin preguntarnos quién era esta maravillosa mujer que el diario EL IMPUSO, también centenario, honra anualmente.
La historia que nos presentan las Sagradas Escrituras no fue la de una mujer común, pues fue escogida por Dios para ser la madre de su hijo.
María era descendiente del rey David, ancestro común de sus padres Joaquín y Ana. Por su condición de esposa, pues se trata de una mujer, estaba obligaba a obedecer a su marido José, también descendiente de la casa de David, quien históricamente ejerció su autoridad como el marido sobre esta dam, ejemplo de esposo y padre, de nombre José, nacido mas allá de los tiempos, en otra era, cuando ser carpintero era una ocupación cónsona con la de un Príncipe de la casa real de David, quien aprendió igualmente su oficio gracias al amor de su padre, que en forma tradicional le enseñó a trabajar con el mas noble de los materiales, la madera.
Dícese que María era muy hermosa físicamente, nacida en un pueblo olvidado como Bethlehem Ephrata, inigualable madre, ejemplo de su condición femenina y humana, formada para la virtudes clásicas en el templo de las vestales, a la luz de sus tiempos, con los conocimientos importantes para algunos rituales religiosos, como de el arte del tejer con los tejidos de su época, así como tenía conocimientos de filosofía. Además de dominar el hebreo de su época conocía el griego, el arameo, el idish, que, aunado a esas virtudes intelectuales fue ejemplo de amor como esposa, hija, madre de un hijo con condición divina y humana, siendo la más universal de las madres que haya tenido la humanidad.
Recibió María otro nombre coloquial como lo es el de Pastora de Almas, que al reflexionar sobre su presencia en nuestra historia nos visita desde hace 159 años, iluminando la inmensidad de un pueblo con su fe, llamando a los barquisimetanos y a centenares de feligreses a caminarla, como lo he hecho desde que era niño, hoy en compañía de mi esposa Astrid, deseando que esa Pastora santísima continúe siendo un bastón para la unión de la familia larense que cada 14 de enero reúne a todos para el logro de un altar colectivo familiar, donde todos somos importantes, aportando la luz a nuestra fe cristiana, bendiciendo a nuestro pueblo, que celebra nuestro hidalgo gentilicio, en medio de la lucha por la paz, la hermandad y la justicia.