Recientemente leí la novela Pobre Negro, de nuestro Rómulo Gallegos, quien de forma magistral plantea una historia de amor que tiene como trasfondo el drama de la Venezuela del siglo XIX, dividida entre liberales y conservadores, que deviene en la trágica guerra civil.
Espero que quien tenga la oportunidad de leer o releer esta historia aproveche de hacerlo en esta hora menguada de nuestra República, dado que hay muchos lamentables símiles que podemos advertir y, más importante aun, lograr actuar en consecuencia para evitar repetir errores del pasado.
La novela en cuestión revela una constante acumulación de rencores y prejuicios originados por los conflictos no resueltos desde el fin de la Guerra de Independencia, entre muchos otros: la persistencia de la esclavitud y la sociedad de castas. Ese intento desmedido del poder de ignorar las justas reivindicaciones exigidas por el pueblo dio a luz odios enconados que dividieron familias, vecinos, conciudadanos y a los venezolanos en su totalidad. Aquella Venezuela del siglo XIX fue incapaz de resolver sus diferencias por vías civilizadas y se dejó seducir por la peligrosa idea de imponer por la fuerza la propia opinión.
La desolación de la Guerra Federal es fielmente relatada por Rómulo Gallegos como una consecuencia directa de la incapacidad de las elites intelectuales, políticas y sociales de encontrar caminos para el encuentro y el diálogo; al contrario, insistir tercamente en los puntos en discordia e, incluso, inventarse controversias como aquel falso dilema centralismo/federalismo. La máquina de guerra no la pusieron a rodar ni el imperialismo ni enemigos externos de cualquier otro tipo, sino los mismos venezolanos imbuidos por la arrogancia del poder y deseo de venganza.
Hoy los venezolanos nos enfrentamos a un reto terroríficamente similar. Nos hemos contaminado de rencores, de odios y, además, se los hemos heredado a nuestros hijos sin que ellos recuerden siquiera el origen de nuestros conflictos. Hay tanta gente que habla con tanta facilidad, por Twitter, desde Miami o desde una cómoda oficina en Miraflores, de guerras, de violencia, de aplastar al contrario, de golpes de Estado o golpes de timón, tanto generalote dando “mensaje navideño”, tanto gobernador sintiéndose presidente de su “potencia” regional y tanto, tanto, pero tanto incauto dispuesto a cumplir cualquier fulminante orden que sugerir meter la cabeza en un balde de agua fría no es un ejercicio de retorica sino de urgente reflexión ante un 2015 difícil, complejo y amenazante.
No defraudemos a las 30 millones de historias personales de amor y pasión que hoy se desenvuelven en Venezuela. Los adecos debemos seguir insistiendo en nuestra agenda de reconciliación y despolarización política, luchar por los espacios de representación por medio del voto universal, secreto y directo y, obviamente, seguir exigiendo la libertad de los presos políticos y el regreso de los exiliados. Esta agenda, nuestra agenda, es el más serio compromiso con la paz de Venezuela y, lo más importante, es esta la aspiración de nuestro Pobre Pueblo, de Juan Bimba y el negro Pedro Miguel, que no está dispuesto a obedecer, desde laboratorios de guerra psicológica, ninguna invitación al suicidio colectivo.
@rockypolitica