En nuestra sociedad circulan invitaciones de todo tipo: para matrimonios, fiestas, conferencias, presentaciones de libros, exposición de pinturas, etc., pero todavía no he encontrado la primera que nos invite a cambiar. Pareciera que el cambio personal fuese algo de menor importantancia, de eso se ocupa cada uno, no se pueden dar reglas generales, uno es libre, lo que también es verdad. Pero es la más importante de las invitaciones que podemos recibir, porque se beneficia, no quien invita para su cumpleaños -que recibirá muchos regalos-, sino que se benefician los invitados, porque se les está invitando a superarse.
A lo largo de nuestra vida vamos cambiando físicamente de piel, de tamaño, de peso, pero se nos olvida el cambio más radical, el de nuestra personalidad. Ciertamente, no es un cambio que se note físicamente como se nota cuando un niño crece, pero si lo captan quienes nos conocen y nos tratan. Así como el crecimiento físico tiene un límite, que termina y entra en declive, el crecimiento de la personalidad es casi infinito, porque siempre podemos ser más.
Enriquecer la personalidad es hacernos más buenos. Más simpáticos, más amables, más sinceros, más humildes, más comprensivos. O sea, más virtuosos. La virtud es el hábito de actuar siempre bien. Todos descubrimos conforme vamos creciendo, que en el fondo de nuestra alma tenemos una inclinación al mal, a buscar primero lo nuestro antes que lo de los demás. Y en ese intento, si no estamos alerta podemos herir o ser injustos. Porque los demás también merecen y aspiran a aquello que nosotros queremos y aspiramos.
Me contaba un amigo médico, que, en una fiesta se le acercó un desconocido y le dijo: -doctor, me llamo fulano de tal y soy médico como usted. ¿Se acuerda de aquél concurso por un cargo en el Ministerio de Sanidad, donde -recién graduados- ambos competimos hace como 30 años? (Evidentemente el interrogado no se acordaba). Entonces le dijo el interpelante: -Pues ese cargo yo lo gané con trampa. Tenía un amigo en el jurado que inclinó la balanza a mi favor. El cargo lo había ganado usted con ventaja y vengo a pedirle perdón.
Nunca es tarde para rectificar. Los psiquiatras mencionan un daño antropológico con el que todos nacemos, un defecto de fábrica que no pasó el control de calidad. Allí se plantea la lucha por ser mejores.
Buena ocasión el Año Nuevo para hacer balance. La plenitud humana no consiste en tener mucho, sino en ser mucho.