La escena. El padre llora desgarradamente, no tiene consuelo. Su mirada está fija en la esquina de la calle ocho de la manzana M de la urbanización La Sábila, al norte de Barquisimeto, ahí reposa el cadáver de su único hijo, Weyner Cecilio Linárez Camacho, de 23 años, a quien mataron, ayer en la mañana, de cuatro impactos de proyectil.
Los abrazos de los presentes en el lugar no se hacían esperar. En el sitio del suceso los familiares se inclinaban a ver el cuerpo sin vida del joven, el cual estaba tapado con una sábana y una sombrilla que le pusieron para protegerlo del fuerte sol que había en el momento.
Esto es parte de la cotidianidad que pueden vivir las personas que habitan en la que en principio fue un modelo a seguir de urbanismos en la ciudad. Los habitantes del lugar se quejan de tanta inseguridad, como la que vivió Ilbemar Piña, esposa del difunto.
Ellos, al igual que muchos venezolanos sufren la crisis del gas, por lo que temprano en la mañana salieron a comprarlo. Al llegar, pasadas las 10:00 a.m., la mujer se disponía a limpiar. Estaban en su casa, en la manzana G. En eso llegaron dos sujetos desconocidos, armados, le indicaron a la dama que se llevara al niño que la pareja había procreado, “para que no vea como muere su padre”, expresaron los delincuentes.
Sacaron a Linárez Camacho de la vivienda, se lo llevaron en un su moto Bera 2011 color azul, con la que en marzo cumpliría un año, y a dos cuadras de la casa se escucharon cuatro detonaciones.
“Mataron a alguien”, pensaron quienes viven por la manzana L, después los homicidas arrastraron el cadáver hasta la manzana M, donde finalmente lo dejaron.
“Yo me metí corriendo para la casa de la vecina y al salir vi lo ocurrido”, manifestó entre lágrimas la esposa del hoy occiso. Tenían año y medio viviendo juntos. “Él ya no tenía problemas con nadie, había cambiado”.
La víctima trabajaba en la pizzeria Mía Carmen, ubicada en la avenida Morán, desde que salió de Uribana. Actualmente estaba en período vacacional, pues el próximo martes 13 de enero comenzaría su rutina nuevamente.
“Él estudió hasta el cuarto semestre de Informática en el Tecnológico Antonio José de Sucre y abandonó por mi embarazo, ahí comenzó a estudiar”.
Estuvo privado de libertad
Weyner Cecilio Linárez Camacho estuvo privado de su libertad durante dos años y medio por el delito de droga, “pero el amor por nosotros lo hizo cambiar, ya no estaba metido en nada malo y la comunidad lo puede ratificar”, comentó quien fuese su pareja.
“Le robaron la moto”, decía la mujer, quien recordó que tenían en proyecto mudarse de La Sábila debido a la peligrosidad que representaba para ellos. “Entre los dos trabajábamos por nuestro hijo y nos queríamos mudar”.
A las 10:54 a.m., llegó un hombre en un carro rojo. “Mi único hermano, me lo mataron”, gritaba. Era el mayor por parte de la mamá.
A los minutos arribó el padre, se bajó desesperado del automóvil, al ver a su hijo tirado no lo podía creer. “Dios mío, mi hijo, ¿por qué te fuiste?”, se preguntaba. Su corazón estaba partido, el dolor por el cual ahora atraviesa es muy fuerte, pues según moradores del lugar el hombre luchó mucho por Linárez Camacho para sacarlo de la cárcel y logró su cometido el 31 de julio de 2013.
Posteriormente una mujer morena, baja de estatura, se acercaba caminando, el llanto ya la invadía: era su madre, quien también estaba mal. Su rostro expresaba la tristeza, la impotencia que sentía.
Se abrazaban unos con otros buscando consuelo, el cual nunca iban a encontrar, pues los padres vivirán el reverso de lo que llaman la ley de la vida: que sean los hijos quienes entierren a sus progenitores.
Funcionarios de la policía del estado Lara resguardaron la escena del crimen hasta que arribaron los efectivos del Eje de Homicidios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísiticas de Lara, quienes hicieron la inspección en el sitio del suceso y el levantamiento del cadáver.