Por ocio, gestiones, compras o simple deseo de sumergirme en algún bululú recurrente, voy en ocasiones a centros comerciales. Como muchos (o pocos, según los gustos o fobias, no sé). De un tiempo a esta parte he advertido una conducta en la gente que va a las llamadas “ferias de comida” en dichos “malls”, en anglosajón lugarcomún. Antes práctica aislada o excepcional, que pareciera ir en aumento.
En dichos lugares, en los cuales Ud. escoge dónde y qué quiere comer, en una variopinta oferta gastronómica, y ciertamente con aire informal, una vez hecha la orden, le entregan su plato en una bandeja, que se supone debe Ud. recoger, botar los platos desechables y colocar dicha bandeja en un sitio determinado. Es lo deseable. Es lo que en el ámbito de la convivencia ciudadana y urbana convendríamos en llamar “educación”, o “colaboración”, o “gentileza”. Quizá por ello, pareciera que el deterioro o la ausencia de civismo que se respira en la atmósfera del país, se está colando también en los concurridos (y sin aspavientos, necesarios) centros comerciales, en sus “comederos”. A cada vez más gente le ha dado por dejar la bandeja en la mesa, con la evidencia de su apetito, flojera y mala educación.
Es posible que esto le resulte un tema banal o intrascendente, amigo lector, paciente lectora. Imagino más de un ceño fruncido, o un gesto de contrariada sorpresa por el tema que nos ocupa.
Creo que ese gesto, dejar la bandeja en la mesa, como comerse la luz del semáforo, como colearse en una cola (producto de exportación futuro de la “revolución”), lanzar basura a la calle, desterrar de nuestro vocabulario palabras como “por favor”, “permiso”, “pase Ud.”, “Gracias”, son expresiones no sólo de falta de educación. Simbolizan un proceso de desapego, de anomia, del debilitamiento de un sentido de pertenencia al espacio de lo público, un agrietamiento de la noción de ciudadanía, y sobre todo, una histórica comodidad de que un Estado Providencial y Paternal debe proveernos de todo, o permitirnos hacer lo que nos dé la gana, que parece también el principal ejemplo modelador de la actual gestión. Por eso Maduro habla de “redistribuir” la riqueza. La riqueza está allí, en el petróleo, en el subsidio o captura de renta. La riqueza no hay que crearla o generarla. ¿Para qué trabajar?
Nuestra crisis (diríamos ya, en plural certeza, nuestro desastre) no es sólo política, o económica. Es socio-cultural. Es ética. Educativa. Familiar.
¿Cómo solucionarla? ¿Cómo empezar a salir de ella? Hay muchas formas. Evitando contagiarse de barbarie. Apelando a nuestra calidad humana. Defendiendo la idea de que cumplir la ley, las normas, no es una pérdida de tiempo o “pendejismo”, sino una profunda decisión ética. Una elección.
De pronto se me ocurre una vía más fácil. A su alcance. La próxima vez que coma en una feria de comida, haga un esfuerzo. Inténtelo. Recójala. No vuelva a dejar la bandeja.
@alexeiguerra