¡Viejo árbol! Desde las fibras de tu ser eres mi íntimo amigo. Naciste con la casa. Te sembró mi bella Negra Yolanda el mismo día que la recibimos. Entonces eras un frágil niño con dos o tres débiles ramitas en donde tus hojitas recibían con expresión inaudible los violentos embates del todopoderoso viento. Entonces Eolo se complacía doblando tu cuerpecito humillado hasta el mismo suelo. Tu débil fortaleza fue necesaria entonces para no rendirte, para no sucumbir a la violencia. Ahora los atropellos quedaron atrás, tu viejo tronco, robusto y silencioso, como miembro de la familia, eres indoblegable. Eres el callado guardián del único lugar del patio interior donde te erigieron. La vida tanto a ti como a mí nos cobra en tiempo nuestro permisible programa vivencial.
Hoy he posado con detenimiento la mirada en tu viejo tronco, en tus vetustos ramajes casi desprovistos de tus originales y dulces frutos, en tus medicinales hojas. Ha sido mi caricia visual que no escatimo llevar hasta tus elevados renuevos, allá arriba, como a cuatro o cinco metros de mí. Conservas todavía en la terrosa piel oscura de tu tronco las huellas dibujadas de los días en los cuales unas tupidas orquídeas lo aprisionaban. De mí tu prefieres callar porque en tu voluntario silencio yo sé que siempre hemos sido fraternos amigos.
Es un momento propicio para que te brinde mi abrazo. Tu viejo tronco tiernamente aprisionado entre mis brazos sabe de tus inauditas emociones. Las hojas de tus ramas se confunden en un sensible e inadvertible movimiento como si con él estuvieses demostrándome tu verde afecto. El momento es propicio para los dos, ¡a Dios gracias! Has sido siempre muy generoso y prolífico, tus opimas cosechas siempre tan oportunas han alimentado con tus divinos y saludables frutos las deliciasdel gusto.
Bueno, viejo amigo, ¡viejo árbol! Siempre tan callado, debo adivinarte tus sentidos deseos de entendernos. Ya sé, tu eres más joven, sin embargo te compadezco los años, que ya son muchos, que sin quejas recibes las lluvias, el candente Sol, los intrépidos vendavales. Ruego a Dios que tu viejo tronco siga resistiendo para gloria de tu presencia como un miembro más de la familia.
Alejandro Casona fue el que sentenció: “Los árboles mueren de pie”. Espero no haberme equivocado de autor. Ojalá que eso no te suceda; que mientras tengas tus verdes hojas seguiremos celebrando con la vida tu existencia. ¡Celebremos, viejo guanábano, nuestro momento; no importa que sea un fugas instante, pero nos estamos reconociendo.Hasta siempre o hasta luego, nada se sabe, amigo.
[email protected]
@carlosmujica928