“No existe remedio contra el mal, cuando el vicio se convierte en costumbre” (Séneca)
Nunca está de más hacer una observación en nombre de los que no son escuchados, que no hablan, ni se defienden por lo mismo que ocurre en la política que si se denuncian abusos e injusticias no se soluciona nada, por el contrario se premia al causante de la falla y se sanciona a quien se queja o se rebela. Para nadie es un secreto que en el país todo falla, que no hay quien pueda ni quiera frenar el desastre económico, la carestía, el desabastecimiento, la especulación, la corrupción y el abuso que día a día nos ahoga, nos humilla y golpea inmisericordemente.
Tampoco se exige a las instituciones educativas cumplir sus compromisos con quienes pagan sus servicios por adelantado. En este caso específico, más que una crítica, el propósito del presente artículo es el de llamar a la reflexión al Estado, a las instituciones privadas de educación, al profesorado y a los mismos estudiantes.
El artículo ha sido encabezado con el título elegido, una vez el autor de este tema leyera la historia del tango de Gardel “Por una cabeza”, canción que aunque fue hecha por el compositor pensando en las carreras de caballos, en el fanatismo y en las apuestas, en el caso del artículo se eligió el título, dado que la cabeza alberga el cerebro, que se utiliza como sinónimo de capacidad, juicio y talento, igualmente en la que se encuentran los órganos sensoriales vinculados a la visión, al olfato, la audición y el gusto, todo esto será en este tema de gran utilidad.
“Por una cabeza” se escribe pensando sobre todo en el joven lleno de planes y esperanzas que se decepciona y no sabe si rendirse o seguir adelante ante los impedimentos y frenos que encuentra en su camino, para realizarse y llegar a la meta soñada. En la película “Perfume de mujer”, no solo se disfruta el contenido de la humana obra, también destaca la magistral actuación de Al Pacino quien baila el tango “Por una cabeza” demostrando el esplendor de su impecable talento, igualmente se nota allí la expresión “Estoy harto de perderlo todo”, esta y otras frases tienen un trasfondo en el que se oculta una gran filosofía.
La falta de control de ciertas universidades privadas permite que estas se conviertan en las grandes abusadoras. Una vez reciben el pago de los alumnos les hacen perder el tiempo yendo y viniendo y nada, el profesor no vino, está enfermo, de reposo, no hay suplente, llame mañana para ver si va a venir, esto hace que los semestres se alarguen y perjudiquen al alumno. Y así van pasando las semanas hasta que llega la nueva inscripción y empieza la otra tortura del estudiante, la de que si no paga no entra. Paga y vuelve a repetirse la odisea de volver a repetir el calvario de la falta de profesores. Si las universidades explotan el gran negocio de hacer profesionales, de la misma manera deben responsabilizarse hacia quienes las sostienen y confían en su capacidad, funcionamiento y calidad.
Se va a la universidad porque existe el deseo de superarse, de construirse un futuro. La tarea fundamental del educador consiste en avivar ese deseo del alumno, ayudar a sacarle de dentro su entusiasmo, su fe y encausarlo adecuadamente, ponerlo a pensar para que sienta la necesidad de instruirse, mover sus inquietudes y ayudarlo a avanzar, es allí en esta función en la que cobra sentido real la figura del educador.
Continuamos el tema la próxima semana.