No queda otra. Porque no hay forma que gobierno y oposición entiendan que no puede haber dos países: Caracas y el resto de Venezuela. Todo lo deciden los amos del valle, que ahora no son aquellos que Domingo Alberto Rangel describió con nombres y apellidos en “La oligarquía del dinero”, sino los que usufructúan los grandes puestos públicos y los que se creen jefes de los partidos de oposición.
La provincia solo cuenta para describir los muertos de la cárcel de Uribana, el origen de la chikunguña en Maracay, los asesinatos en el territorio zuliano, los robos de los militares a los mineros de Guayana, la contaminación del Lago de Valencia, la ruina de los cafeteros de los pueblos andinos o de los cultivadores de cacao en Carúpano y del sur del Lago de Maracaibo, la penetración guerrillera colombiana en el Alto Apure y en la Sierra de Perijá, la ruina del turismo margariteño o la rebelión del heroico pueblo del Táchira.
El silencio de los valores intelectuales de la provincia en el campo de la política y la literatura es cada vez más asfixiante. La opinión del empresariado regional y del concejal provinciano es ignorada por el periodismo nacional y aun el propio periódico local prefiere concederle páginas enteras al dirigente nacional. En una palabra el criterio de los que viven provincia no cuenta. Fermín Toro hablaba en el siglo XIX de los mordiscos que el centralismo hace no solo a la economía de los pueblos interioranos sino a la propia biología de los pueblos del corazón de Venezuela.
Habría que sugerirle a muchos que relean los relatos de José Santiago Rodríguez, Lisandro Alvarado, Ramón J. Velásquez, Joaquín Gabaldón Márquez, Emilio Navarro, Landaeta Rosales, para que calibren lo que el patriarcado centralista le produjo a través de la Guerra Federal al interior de Venezuela.
Necesitamos entonces promover el regionalismo como protesta al excesivo centralismo en todos los órdenes. Tenemos que despertar la conciencia política de la provincia. La dirigencia política nacional padece de ceguera respecto a la tragedia que vive la otra Venezuela que no es Caracas. Los dirigentes políticos nacionales convierten en muchachos de mandado a los dirigentes locales. En cierto modo se ha trasladado el viejo concepto de metrópoli y colonias de España, a lo que es hoy Caracas y el resto del, país. Los apóstoles de la llamada revolución bolivariana que han dejado al país con las arcas vacías tienen que ser sustituidos a corto plazo. Ojalá que este movimiento venga de la provincia hoy impotente frente al poder central.
Si no se establece un sentido de equilibrio entre la capital y las provincias, estas terminarán buscando su propio camino. La provincia no es solamente un espacio físico de territorio, sino elementos económicos y culturales. La provincia no es algo estático. Nos está haciendo falta una sociología de lo regional para terminar con el dicho de “Caracas, es Caracas y lo demás monte y culebra”.