Hablar de Gabriel García Márquez es llover sobre mojado. Se ha escrito y se seguirá escribiendo sobre ese personaje que alcanzó su máximo brillo al ser premiado como Nobel de la Literatura.
Su obra se ha analizado y revisado para encontrar allí los vestigios o las huellas que lo diferencian de otros escritores o que lo hacen único en su estilo. Sin duda que el realismo mágico es su sello personal. Haber escrito la realidad en forma sobredimensionada, creíble, es un punto a favor de su creatividad.
Leer Cien Años de Soledad es quedarse sujeto a lo mágico y al juego de dislocar el tiempo lineal, que es otra habilidad del autor. Todos tenemos un deseo de trastocar la realidad y amoldarla a nosotros, a nuestros deseos personales. El escritor tiene esa posibilidad, no obstante el colombiano va más allá, esos sucesos que narra no sólo son fantásticos sino posibles en un universo cualquiera.
La escritora de Harry Potter nos sorprende con magia y hechizos en un mundo paralelo, algo que es muy atractivo al humano: el deseo de usar una varita mágica para transformar la realidad inmediatamente, sin crecimiento personal. García Márquez nos adentra en una realidad mágica que es un tanto diferente. Mezcló la realidad con la fantasía, lo histórico con lo folclórico, el tiempo, en un sincretismo que raya en lo infantil. Creo que una imaginación febril y la creatividad para escribirlas, son sus características más resaltantes.
Recuerdo una polémica que se suscitó hace años atrás con otro premio Nobel genial como era el Maestro Octavio Paz –así como se lee: Maestro con “M” mayúscula- quien era no sólo un artista para escribir sino un conservador en cuanto a la gramática y la escritura correcta, se refiere. Gabriel García Márquez había señalado en una conferencia que se debía ser más permisivo con la gramática, eliminar las reglas ortográficas que hacen pesado el aprendizaje del idioma. Ese comentario generó declaraciones muy agrias de Octavio Paz, quien era un maestro en el arte de escribir. Es un hombre a quien admiro profundamente por su compromiso, la responsabilidad al abordar los temas y recuerdo el libro La Llama Doble, que es un ensayo magistral sobre el amor -que todo joven y adulto debería leer- allí afirma que tardó 12 años en escribirlo dada la complejidad del tema. Con Vargas Llosa también tuvo un impase pero de otra naturaleza. Su relación con Fidel también le trajo problemas. En Venezuela, muchos lamentan que no se haya pronunciado en contra de lo que estamos viviendo, dada su relación con el dictador cubano y afirman que se llevó a la tumba esa posibilidad.
Pero, volviendo a su obra literaria afirmo que los textos que escribió atrapan al lector y juegan con su lógica. Ellos constituyen su legado. Los ambientes y personajes trastocados por la magia, tal como se pinta un cuadro: a su antojo, permiten adentrarse en otra realidad que no coincide con la nuestra y eso es uno de los motivos de la novela: entretener desafiando a la imaginación. Nadie puede negar el aporte cultural de este insigne colombiano. Deseo que se haya ido a un lugar hermoso, lleno de flores amarillas, que floten en el ambiente y que lo impregnen de una rica fragancia que le permitan disfrutar la paz que no se vive en la tierra.
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