“Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho y mandó a matar a todos los niños menores de dos años que habían en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos”, Mateo 2:16.
Con este pasaje de la biblia los sacerdotes Johan González y Jairo Martínez, de las parroquias San Isidro y Santa Ana de Sanare, respectivamente, no sólo recordaron aquel incidente en el que murieron niños inocentes, sino que también exhortaron a los asistentes de las fiestas de los Santos Inocentes o Zaragoza a valorar el don de la vida y no ser ese rey egoísta, envidioso, avaricioso y sanguinario de la época de Cristo.
Martínez señaló que los católicos no se gozan celebrando estas trágicas muertes, sino de la victoria del bien sobre el mal.
En ambas homilías expusieron que en los tiempos actuales el aborto, la guerra, el hambre, el maltrato infantil y el rechazo de los padres, son las nuevas expresiones del infanticidio, que truncan la vida.
González recordó que la festividad debe centrarse en lo religioso y exhortó a amarse los unos a los otros, con un corazón abierto a los deseos de Jesucristo.
A los Zaragoza pidieron se esforzaran para que dicha manifestación de fe sea tan pura y limpia como la inocencia de los niños fallecidos.
Vestidos de fe
Para describir la tradición sanareña, el sacerdote Martínez refirió que cada pueblo cuenta con su propia expresión de fe, de acuerdo a su cultura, y así como en otras localidades las personas visten del color del Nazareno, en el Jardín de Lara, conmemoran a los Santos Inocentes.
“Nuestra religiosidad y cultura, nos hacen pagar promesas…y esta manifestación, más que ser un disfraz muy colorido, es resultado de la voluntad, movida por la fe, que hace que los creyentes, cada 28 de diciembre, vengan a cumplir lo prometido a Dios”, explicó.
El religioso expresó que al tratarse de una fe viva, los sanareños y otros creyentes, dan vida a letra con su manifestación. “Se acompaña la sagrada escritura, con el sabor del pueblo”, comentó.
Advirtió que quienes se embriagan o abusan del disfraz para cometer actos indebidos y vulgares, no son verdaderos Zaragoza, puesto que no se trata de alegría burlona.
Los Zaragoza son entonces la voz, de quienes no tuvieron voz.
Calles llenas de color
Cerca de 800 Zaragoza adultos y 250 niños se volcaron a las calles de Sanare, para recibir a los cientos de turistas que visitaron este municipios.
A las 4:00 de la mañana, comenzaron a reunirse ante su altar principal y una hora después, celebraron el rompimiento, que los guiaría, a las 6:00 de la mañana a la iglesia San Isidro y, a las 9:00, al templo Santa Ana.
Con el cuadro representativo de la escena de la matanza y la insigne bandera amarilla que indicaba la ubicación de la procesión, además del tamunangue sanareño de la agrupación Curigua y músicos de Los Hermanos Rojas de Caspo, recorrieron las calles de esta localidad e hicieron parada en los 25 hogares, que este año cumplieron promesas.
Para Bernabé Alvarado, Capitán Mayor durante 70 años, “una felicidad indescriptible, que no tienen comparación”. Dice que jamás se imaginó que esta expresión alcanzara tal magnitud.
Por su parte, María Valeria de González, Capitana Menor, se declaró satisfecha con esta edición de los Zaragoza, colmada de cascabeles y color. Dijo que sin estos, no sería igual.
Asimismo, acotó que fue imposible controlar el uso de máscaras diabólicas, puesto que las permitidas son las de “cariticos” (de facciones humanas con cachetes rojos”. Tampoco pudieron evitar el uso de traseros y senos falsos.