Lo que está por terminar no es simplemente un año, 365 días que identificamos como 2014. Es muchísimo más. Tanto que la mente se sobrecoge espantada frente a su significado verdadero: el término de lo que la mayoría disimula con expresión de deseos y esperanzas, la conclusión de 2014 años de la era cristiana cuyo transcurso se dijo, se dice y se sigue enunciando, sería de avance, en una evolución armoniosa, de fraternidad, amor, perfección espiritual, mansedumbre reconfortada en una vida realizándose sin tropiezos y satisfechas todas las modestas necesidades humanas; las sociedades sólo conmovidas por hecatombes naturales o imperfecciones físicas aceleradoras de la muerte y si, como es obligatorio reconocerlo, algo de eso se ha obtenido no es mucho, sinembargo, en comparación con las turbulencias interhumanas acontecidas con un balance abrumador a favor de la casi completa derrota, anulación e imposibilidad de mejoramiento, no en porciones o sólo para grupos privilegiados, sino para el conjunto de la humanidad.
Ya en la aparición del cristianismo surgieron el agnosticismo, el arrianismo, el nestorianismo, el maniqueísmo y otras sectas heréticas que contrariaban los revolucionarios principios de Jesús.
En el siglo V se dio la separación de las comunidades cristianas de Oriente; en el siglo XI hubo la separación de Bizancio y Roma; en el siglo XVI surgió el reformismo protestante de Lutero y Calvino.
Poca paz y progreso han recibido los seres humanos en su conjunto. Miles de enfrentamientos han sufrido los pueblos. Millones de hombres, mujeres y niños murieron víctimas de guerras, hambre y enfermedades. La miseria producida por la humanidad en estos 2014 necesitaría ser descrita con palabras de catástrofe universal no imaginadas ni dichas hasta ahora porque la propia humanidad desearía, o eso parece, borrar de su memoria, la trágica realidad de su existencia milenaria.
Las guerras de los gobiernos cristianos de la Edad Media contra el Islam, ocho cruzadas en total desde 1096 hasta 1270; los constantes conflictos bélicos entre las “civilizadas” naciones europeas, sus invasiones devastadoras a naciones de Asia y África, la tristemente celebrada conquista de América, una invasión imperialista causante de no menos de 100 millones de seres humanos sacrificados, a todo lo cual debe agregarse la criminal política esclavista de los siglos XVI-XIX.
Las plagas sociales que han azotado a la humanidad desde que existe como tal (prostitución, hambre, crimen, delincuencia, pobreza extrema y su causa inmediata, la riqueza ilimitada de unos pocos, campean sobre la tierra estableciendo, odios y desesperanzas.
Y no es que los pueblos abatidos por la miseria, no se rebelen. Lo hacen. A veces organizan movimientos de protesta y liberación pero los poderes constituidos antes y después de Constantino que oficializó en 313 el cristianismo como religión de estado, movilizan sus contingentes de represión y aplastan sin piedad la desobediencia al orden establecido.
La doctrina de Jesús, como no pudo ser destruida se manipuló para servir a los propósitos más contrarios a su esencia original, lo mismo que ha sucedido con centenares de acciones emancipadoras que, luego de fracasar, fueron utilizadas por los grupos hegemónicos para mantener su dominio.
Pese a todo: que el 2015 sea de mucha prosperidad para todos. Desear no cuesta mucho.