A la Lcda. Leo de Rodríguez
La Escuela de Administración de la UCLA, núcleo y primera etapa de la Facultad de Administración y Contaduría, está cumpliendo cincuenta años de prodigiosa actividad cultural y docente. Medio siglo, derramando luz y saber, como eficiente y laborioso plantel del pensamiento y de las inexhaustas ideas. Por esta circunstancia admirable, su crecimiento y desarrollo, en ubérrimo proceso, es la génesis de la Facultad de Administración y Contaduría.
Con ufanía entrañable puedo decir: fue mi Escuela de la UCLA, en su recinto completé mi formación académica-docente. De sus aulas soy profesor Jubilado. De su claustro académico, tengo el honor de ser su primer Profesor Titular, quien comenzó esa honrosa tradición de llevar toga y birrete, con infinito beneplácito, en las solemnes ceremonias institucionales y en forma irrevocable, me da derecho a ocupar un puesto de honor, en la jamás abatida tradición universitaria de la Republica.
Sin hacer caso al tiempo que no desanda, puedo decirlo con nítida ufanía: nació en mis manos, por lo mucho que le dediqué en trabajo, en promoción y en organización. Día inolvidable para mí, cuando brotó a la luz la Escuela de Administración. Me encontraba en Caracas, en obligaciones de nuestra Casa de Estudios. En la mañana al ir al Ministerio de Educación, me enteró de la buena nueva el propio titular de la Cartera de Educación, doctor José Manuel Siso Martínez, un emblemático Profesor, con ideas en permanente evolución y me invitó que estuviera presente en la tarde, cuando firmaría la Resolución, de creación de la Escuela de Administración, por la que había luchado tanto la región.
Inmediatamente, di la afortunada noticia, a nuestro Rector Magnífico, quien nos felicitó por el inmenso logro alcanzado con tanto tesón y sacrificio, un hombre remanso apacible de la cultura tecno-humanística, científica contemporánea, quien con gran complacencia me encargó atender la invitación del Ministro Siso y no regresar sin tan anhelado documento. Presenciamos la firma del ministro sobre el inmaculado portafolio y escuchamos cuando acordó expedir copia para la UCLA, que con esta extensión, elevaba a cuatro Escuelas su CurriculumAcadémico.
Participamos la buena noticia a Don Raúl Azparren, mecenas tan considerado y apreciado en la comunidad por su dilatado esfuerzo en la creación de estos institutos, a nuestro Padre, Pastor y Maestro Monseñor CríspuloBenítezFonturvel, para que bendijera la obra recién creada. La Universidad se engendra, desde el Medio Evo, de las Iglesias, Seminarios y Monasterios, por eso son alma y cerebro de los pueblos.
Con igual alborozo dimos la noticia al Bachiller Felipe Pérez, el más entusiastapromotorestudial, vesilífero de nuestra Escuela tan ansiada. Felipe, por su capacitación profesional y técnica, está asociado al ramo mercantil del Seguro, en escala mundial, como instrumento de socialización del riesgo y no extraña encontrarlo en Londres, Nueva York y Ámsterdam, en estos ajetreos.
Pregona la teoría positivista: la función crea el órgano, con este principio irrebatible, con esa certeza irrefutable; es gala y ufanía que la mayoría de los directores, nacieron del propio regazo, en aula materno escolar, en prodigiosa unión de ser y quehacer. Muchos nos acompañan y son lustre y blasón de la UCLA. Jesús Enrique Barrios, el poeta, le da unicidad con sic itur ad astra, en intensidad infinita. Francesco Leone (el Rector) Luis Medina Lugo, Florencio Sánchez, le comunican empatía espiritual y vocación, uniendo el ser con el quehacer y de sus pletóricas cohortes de alumnas y egresadas: Leo de Rodríguez, Elsy Gutiérrez y Libertad Gutiérrez y tantas que sería prolijo enumerar, conforman el ideal formativo de ser y dignidad, unir al talento la virtud.
