El restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos desató las expectativas de cambios económicos aún más trascendentales en una isla que tiene autos de la década de los cincuenta, edificios Art Deco y sin tener a la mano muchos de los adelantos tecnológicos y comodidades que el resto del mundo disfruta y dan por sentado.
«El impacto de la noticia ha sido muy fuerte», dijo Nayda Martínez, de 52 años, una ingeniera química que avizora un mejor futuro para su patria si tras la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, Washington levanta también el embargo que impuso a Cuba hace cinco décadas en el marco de una hostilidad contra la revolución cubana que encabezó Fidel Castro.
Martínez piensa que el restablecimiento de un comercio directo podría atraer inversiones y turismo a la isla. «El país está muy ahogado. Cuba, para comprar cualquier cosita, tiene que darle la vuelta al mundo, cuando se podría conseguir productos de primera necesidad, materias primas, aquí mismo», dijo la mujer. «El gobierno podría poner todos esos productos a precios más económicos».
Ella, como muchos cubanos, inevitablemente empezaron a sacar cuentas de las cosas que podrían tener a partir de las declaraciones que escucharon del presidente Raúl Castro en la cadena en cadena nacional del miércoles y en el cual se anunciaba el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos.
Pero también, y en un hecho muy inusual, pudieron escuchar el discurso del presidente Barack Obama, cuya alocución fue transmitida en la isla a través de Telesur, el canal multinacional con sede en Venezuela pero que en Cuba hace parte de los canales locales, que además fue leído el jueves en las páginas del periódico oficial Granma.
Acceso a más tecnología, medicina, capitales o nuevos empleos por turismo son algunas de las aspiraciones que entraron en el cálculo de los cubanos.
Se «puede generar empleo aquí y Miami porque va a haber intercambios. Puede haber un desarrollo (mayor) de la medicina, se podría invertir en la agricultura, han venido empresarios (estadounidenses) y no los han dejado invertir», dijo Sandro Hernández, un trabajador informático de 42 años quien también se podría beneficiar con mejoras tecnológicas.
Como él, Lázaro Valverde, un reparador de llantas de 46 años pensó que si finalmente se levantan «el bloqueo económico» se «facilitarían muchas cosas» y eso redundaría en una mejor calidad de vida de la gente como él. «Aquí el salario no alcanza».
Castro y Obama marcaron un hito el miércoles cuando el titular de la Casa Blanca liberó a tres agentes cubanos presos en Estados Unidos y considerados héroes en Cuba y el líder isleño entregó al contratista estadounidense Alan Gross, preso condenado hace cinco años por traer ilegalmente equipos de telecomunicaciones e intentar colocar ilegalmente redes de internet.
Con mayor optimismo o un poco más cautos, la inmensa mayoría de las personas hicieron hincapié en las cuestiones económicas.
«Yo no quiero que el sistema, el país o el régimen, como lo quieran llamar, cambie, lo que quiere la gente es vivir mejor», dijo la ingeniera química Martinez.
Algunos miembros de la pequeña y fragmentaria comunidad disidente en la isla consideraron de una traición por parte de Obama.
«El relajamiento de las sanciones va a traer como consecuencia que el gobierno cubano se fortalecerá», expresó el activista y ex preso político, Ángel Moya. «En nada va a beneficiar».
Pero en la calles también comenzaron a expresarse algunos temores entre la población que durante años vio en los medios de prensa oficiales el lado oscuro de la sociedad estadounidense y temen que algunos de esos imaginados valores o sus políticas se puedan imponer en la isla: los permisos para portar armas, prohibidas en Cuba, el consumo y tráfico de droga, controlado en la nación caribeña por las autoridades combinados con una acción comunitaria, o el individualismo.
«Está bien por el país, si va a permitir desarrollarnos», dijo Marisa Betancourt, de 55 años, ama de casa y madre de dos hijos jóvenes. «No me gustaría que se perdiera esa solidaridad tan del cubano, ni que se convirtiera en una sociedad más consumista o individualista».