Ningún club puede darse por satisfecho al terminar octavo en un torneo. Es rayar en un conformismo injustificable, festejar la derrota. Por esa razón no puede decirse que para el Deportivo Lara el recién finalizado Apertura termina con saldo positivo, porque, incluso, cierra debajo de las expectativas. Para el propietario del equipo, Ender Luzardo, “un sexto lugar era bueno” y para los jugadores, más ambiciosos, siempre pensando en grande, el título era el objetivo. Ni lo uno, ni lo otro.
Pagó caro el conjunto rojinegro la inconsistencia de la primera parte del semestre, no sacar provecho a la localía, un mal del que viene padeciendo hace un buen tiempo. Todas las posibilidades de luchar por el título o terminar en las primeras tres plazas se diluyeron en las nueve fechas de primera mitad. El balance fue muy pobre, con apenas un triunfo, seis empates y dos derrotas. Amarró apenas nueve puntos de 27 posibles, situación que lo sacó de la batalla por los primeros lugares muy temprano, al completarse apenas la mitad del calendario. Claro -es justo decirlo- que en esas primeras fechas le hizo frente a muchos elencos complicados. Por ejemplo, en la segunda fecha recibió a La Guaira y en la quinta visitó a Trujillanos, equipos que lucharon el título en la última fecha. El detalle interesante es que con ninguno de los dos perdió.
Vino después una levantada interesante, la mejoría no sólo en resultados, sino en funcionamiento del equipo.
Le encontró la vuelta al equipo el DT y el salto de calidad fue notable. Después de probar varios esquemas, el entrenador se quedó con el 4-4-2 y logró sacar lo mejor de un elenco que se reafirmó en defensa, porque venía haciendo las cosas bien en esa línea, y se hizo contundente en ataque.
El rendimiento en los ocho partidos finales fue mucho mejor. La oncena rojinegra amarró 15 de 24 puntos, mientras que se mantuvo ocho partidos sin perder, hasta la caída de hace dos días frente al Anzoátegui en la jornada de cierre.
Hay sabor agridulce. Al Deportivo Lara se le va a medir siempre con una vara alta porque con la estrella lograda hace tres años y la presencia en torneos internacionales, entró a la élite del balompié nacional que y es candidato cada vez que suena el pitazo inicial de alguna competición. Por eso, no puede considerarse bueno su octavo lugar.
Pero sí debe rescatarse que los resultados del club, el buen juego en esa segunda mitad de semestre, deja buenas sensaciones, manda señales positivas de cara al Clausura de enero. Contrario a lo que ocurre con otros instituciones como Táchira o Mineros, el cuadro larense va a ese segundo torneo semestral con idea clara, consciente del camino a seguir y preparado para entregar su mejor desempeño desde que Dudamel está en el banquillo. Como mínimo, el elenco debe clasificar a una competencia internacional para salvar la temporada.