En el pensamiento social de la Iglesia fundamentado en el Evangelio, el tema de la dignidad humana es básico. Nadie está por encima de la dignidad humana, ni el Estado, ni ningún tipo de poder.
Esta posición la dio a conocer el sacerdote jesuita Alfredo Infante, director de la revista SIC del Centro Gumilla, en una visita que realizó al diario EL IMPULSO para disertar sobre varios de los problemas que vive el país, siempre vistos desde la óptica católica.
En segundo lugar, los jesuitas creemos que la esfera política debe tener una utilidad para el bien común, por ello el Estado tiene una responsabilidad importante dentro de la convivencia social, pero limitada al respeto de la dignidad humana. Ningún proyecto puede estar en detrimento de lo sagrado que para nosotros es la dignidad humana.
Cuando se plantea un proyecto político, continúa Infante, el cual en nombre de una ideología afecta el ejercicio de la ciudadanía, nosotros siempre nos colocaremos del lado de la víctima.
-En el Centro Penitenciario David Viloria de esta ciudad, conocido popularmente como Uribana, la violencia de nuevo se desató y fallecieron 48 privados de libertad, aún hay otro grupo grave. Desde la óptima de la defensa de la dignidad humana, ¿cuál es la posición de los jesuitas?
-Para nosotros la vida es sagrada, un don de Dios y debe desarrollarse en contextos que garanticen un desarrollo humano normal. Estos lamentables sucesos como el de Uribana y las otras cárceles del país, en definitiva lo que nos expresan es que tenemos una sociedad con un Estado que excluye y hay una cantidad de gente que no tiene lugar. No solamente la apartan sino que la asesinan. En definitiva, en la política de Estado que estamos viviendo, los privados de libertad no son considerados personas.
-¿El Islam está viviendo en estos momentos, tiempos de apogeo en contraposición a otras religiones?
-Estamos en una sociedad global, muchas verdades son relativas, y hemos entrado en niveles de incertidumbre. Ha resurgido el fanatismo. Más allá del Islam, lo que preocupa es el fanatismo religioso, venga de donde venga. Estamos en un mundo global donde muchos buscan pegarse a ciertas verdades fundamentales que los lleva al fundamentalismo.
Cuando vemos desde afuera el Islam, lo vemos como un solo bloque, pero internamente hay pluralidad. La Iglesia Católica tiene un intercambio fluido con el Islam.
Indudablemente que hay un sector del Islam que tiene un proyecto de conquista religiosa y utiliza cualquier estrategia.
-¿Es una conquista religiosa o una conquista política utilizando la religión?
-Los límites son resbaladizos. Ambas cosas se cruzan. Un amigo jesuita catalán especialista en Islam dice que hay una consigna en esa religión que dice que ocuparán Europa a través del vientre, porque mientras la Europa occidental está precupada en el control de la natalidad, el Islam genera mucho más hijos.
En esta época estamos viendo algo parecido a lo que sucedió a finales del siglo XV y principios del XVI, cuando entra la modernidad. Entre finales del siglo XX y comienzos del XXI, hubo un cambio de época.Todo se estremeció.
-¿El catolicismo está perdiendo feligreses respecto a otros movimientos cristianos?
-El Papa Francisco ha venido alertando a la Iglesia porque ésta se ha venido quedando puertas adentro. No hay que emprender nuevas Cruzadas, sino ofrecer a la sociedad la experiencia que desde la Iglesia Católica se tiene con Dios, hacerlo ver como una buena noticia. Hay una búsqueda de experiencias trascendentes ante los tiempos de cambios que vivimos. En esa búsqueda hay ofertas y muchos encuentran satisfacción en las respuestas. Debemos disernir sobre el hecho de cómo debemos ofrecer la experiencia católica en las días que vivimos, para que se conecte y busque ese camino íntimo con Dios y al mismo tiempo lo lleve a un compromiso social.
-¿Qué debe hacer el cristiano ante la polarización política que estamos viviendo en Venezuela?
-El mensaje fundamental del cristiano y que fue lo que llevó a Jesús a la cruz, es que somos hermanos. La novedad en su tiempo es que se relacionó con Dios como su padre y por consiguiente, con los demás como sus hermanos.
Especialmente trató de acoger a todos aquellos que el sistema religioso judío había excluido porque no los consideraba dignos de Dios, como los enfermos, los pobres, los leprosos, las prostitutas…
Más allá de nuestras diferencias que toda convivencia implica, debemos tener una conciencia clara que somos hermanos, que debemos reconocernos y dialogar, no a excluirnos. Eso es fundamental. Si somos hermanos, no significa que no vamos a tener enemigos o adversarios, Jesús no es ingenuo, pero más allá de las enemistades, debemos entender que somos hermanos, hijos de un mismo padre, eso te lleva a aceptar que a ese otro ser no lo puedes destruir porque es tu hermano. Más allá de las adversidades estamos llamados a convivir juntos porque somos hermanos, a “amar a tu prójimo como a ti mismo” a través de una transformación interna del corazón. Hay que construir con “el otro”, porque Jesús dijo “perdónalos Señor porque no saben lo que hacen”. Jamás se debe responder partiendo del discurso del otro, sino del propio, el cual debe ser guiado por una profundización en el interior del ser, de los mensajes que Jesús nos dejó a través del Evangelio.