Jacinto Elías López Velasco, seis años de impunidad

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Describir la pérdida de un hijo es uno de los actos más dolorosos e introspectivos que toca narrar en desmemoria, para poder describir la atroz agonía de un acto anti natura: enterrar a un hijo.

La aflicción por el dolor de la pérdida se suma a la descomposición orgánica que genera en la familia, situación usualmente ignorada por la sociedad y el Estado, puesto que su reconocimiento revertiría toda la estructura sobre el cual se sustenta. La complicidad entre los poderes es sin duda alguna causa principal de la ineficacia de los órganos llamados a preservar el Estado de Derecho, consagrado repetidamente en nuestra Constitución. Pero la herida jamás cicatriza.

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¿De qué sirve pedir justicia a un sistema rebasado por el delito? No dudo de voluntades que pretenden lavar el nombre de instituciones policiales señaladas de cómplices y protectores de delincuentes; actos de verdadero arrojo ocurridos en enfrentamientos recientes, hacen que mi duda caiga en entredicho.

Pero más de 20 mil víctimas de homicidios ocurridos en los últimos 15 años tan solo en el estado Lara, siempre pondrán en tela de juicio las políticas de Estado dirigidas a erradicar el flagelo de la violencia.

En cualquier nación del mundo, luego de los violentos sucesos en la cárcel de Uribana y los que antecedieron en la remodelada prisión hoy llamada “David Viloria”, la encargada de la cartera ministerial habría renunciado por dignidad y en última instancia habría sido removida por el propio Presidente.

Pero nada de ello ocurre en un país que creó un ministerio para atender los asuntos carcelarios y se satisface fotografiando a la detentora del cargo con los principales pranes de las cárceles, los cuales optan por protestas más radicales cada día.

Por ello el Estado está en mora con mi familia: los padres y hermanas; abuela, tíos, sobrinos, de Jacinto Elías López Velasco reclamamos justicia al Estado venezolano y sus instancias legales.

Resulta realmente inconcebible que los autores materiales del crimen y de decenas de homicidios, calificados de los más buscados en el año 2009, deambulen libremente entre Acarigua, Cabudare y Coro, valiéndose de identidades falsas, “chapeadas” que llaman y que se escudan en prácticas religiosas que buscan redimirlos y los ocultan, pretendiendo vendar hasta los ojos de Dios.

Hoy, a punto de cumplirse seis años de su impune asesinato, quiero recordar a mi hijo a través de su creación.

Sin petulancia alguna. Sólo mostrando un pequeño viaje al interior de su siempre inacabada obra, puesto que a sus 22 años escribió hermosos poemas, realizó diamantinas tomas fotográficas, mantuvo un programa de radio Sexto cultural los sábados de 11:00 a.m. a 1:00 p.m., que lo hizo enraizarse en lo propio, pues era un barquisimetano como el que más. Amaba la vida, la ciudad, su historia.

Le dejo a la Justicia mi denuedo por su causa, a mis amigos y quienes hacen causa contra la impunidad, les regalo su sonrisa y una minúscula selección de su inacabada obra fotográfica y poética.

 

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