Primero se hizo circular la calumniosa especie de que Bolívar auspiciaba una monarquía en sustitución del republicano que entonces regía a los colombianos, así se preparó el ambiente político para consultar a los pueblos de Venezuela, representados en sus cabildos y personajes más representativos, el régimen que preferían como gobierno y, en consecuencia, que en verdad era el objetivo perseguido por Páez y sus aliados, si convenía seguir unidos al gobierno de Bogotá.
Entonces todo fue fácil. Por supuesto que los pueblos consultados estuvieron de acuerdo en mantener una república independiente, libre, igualitaria, cuyo gobierno fuera popular, representativo, alternativo y responsable, rechazando toda idea de monarquía, pidiendo la renuncia de Bolívar y su alejamiento del gobierno y la formación de Venezuela como república independiente de Quito y Bogotá, bajo la tutela del general Páez.
El 10 de diciembre de 1829 se reunió una asamblea en Barquisimeto de 110 personas entre quienes estaban Sebastián Bueno, Vicario de Barquisimeto, Vicente Campos, J. Piñero, José María Planas, José Parra, Nicolás Montes, Marcos Ortiz, Bernabé Planas, Antonio María Pineda, Hilario Pérez, Simón Escovar, Pedro Adonaegui, Ramón Corralmayor, Pablo Judas, José María Iribarren, José Antonio Vásquez, Ramón García Corralmayor, individuos que en los próximos años figurarán al frente de la administración pública local.
El mismo 10 de diciembre se pronunció a favor de las propuestas divisionistas el pueblo de Barbacoas; el 3 de diciembre lo había hecho Sanare; el 6, en un largo documento, El Tocuyo; el 8, Humocaro Bajo; el 13, el pueblo de Guarico; el 20 el pueblo de Curarigua y el 26, la parroquia Sarare que seguramente no fueron los únicos pero son de los que conocen sus pronunciamientos.
Con palabras y frases distintas, todos estos pronunciamientos, unos de forma más explícita que otros, manifiestan las instrucciones recibidas de los partidarios del general Páez: rechazo a Bolívar y su idea de monarquía y constitución independiente de la república de Venezuela, siempre con expresiones generales que afirman pero nada prueban como la contenida en la declaración de la asamblea barquisimetana:
“Hai hechos y observaciones que persuaden que la unión que ha habido hasta aquí con Cundinamarca y Quito, se ha opuesto hasta ahora al fomento y progreso de los verdaderos intereses de los desgraciados pueblos de Venezuela”.
De nada sirviron las reiteradas declaraciones de Simón Bolívar acerca de su rechazo a cualquier idea que no fuera de aquellas a las que desde 1810 había dedicado todas sus energías y bienes personales, de nada valió su mensaje a los colombianos del 20 de enero de 1830 en el cual manifestó lo siguiente:
“Colombianos: He sido víctima de sospechas ignominiosas, sin que haya podido defenderme la pureza de mis principios. Los mismos que aspiran al mando supremo se han empeñado en arrarcarme de vuestros corazones, atribuyéndome sus propios sentimientos, haciéndome aparecer autor de proyectos que ellos han concebido, representándome en fin, con aspiración a una corona que ellos, me han ofrecido más de una vez, y, que yo he rechazado con la indignación del más fiero republicano. Nunca, nunca os lo juro, ha manchado mi mente la fundación de un reino; que mis enemigos han forjado artificiosamente para perderme en vuestra opinión”.
El 10 de diciembre de 1829 es la fecha cuando los barquisimetanos, sus más “dignos representantes” se sumaron a la liquidación de la gran república creada por Bolívar: Colombia. Fecha de bochorno.
