Llueve… pero escampa – El cuento del gallo pelón

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Hace muchos años nació un genio cuyo apellido comenzaba con la letra “C”, aunque antes de 2010 decíamos que era con “Ch”, es que cuando estudiaba el alfabeto tenía 29 letras, luego las cosas cambiaron quedaron sólo 27 letras.

Hacia 1939, mucho antes de que nacieran la mayoría de los responsables de este desastre que nos gobierna, el indiscutible e inigualable Charlie Chaplin, a escasos meses de iniciada la II Guerra Mundial, creó una obra maestra en la que parodiaba lo que estaba por ocurrir.

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En la película El Gran Dictador aparecen dos personajes: un regordete militar, de escasa cabellera, bocón, que le encantaba gesticular y amenazar y un dictador con bigotes, de escasas ideas, de pocos modales y fanfarrón: Astolfo Hynkel y su par italiano Benzino Napaloni.

En esta sátira, Chaplin quien vio lo que iba a ocurrir mucho antes que Petain y Chamberlain, criticaba agriamente las acciones como la represión contra la disidencia, la persecución al que pensara distinto y la limitación a la libertad de expresión, de no ser porque eso ocurría en el ficticio país de Tomania, nadie se imaginó que eso iba a ocurrir en Alemania y mucho menos en Venezuela.

A jugar la lotería

Acontece que en estos meses hemos visto a nuestro tropical Hinkel y su camarada parlamentario Napaloni, desesperados porque luego de clamar por el ataque imperial que les permitiera demostrar la garra antiimperialista de unos muy veteranos y obesos milicianos, la única conflagración que llegó fue la del “precio justo” de lo único que producimos.

Resulta que dilapidamos ingentes fortunas, como quien se gana la lotería, empieza a hacer fiestas para celebrar y ayuda a sus vecinos para que salgan adelante, para luego percatarse que quedó más pobre de lo que era antes. Nos peleamos con el que pagaba a tiempo y alcahueteamos a los camaradas de parranda.

Ante tanto fracaso y luego de perder por puntos y nocaut con la economía, la diplomacia, la cultura, la educación, la inseguridad y el desabastecimiento, pusieron en práctica la estrategia de la distracción política y judicial, como tantas otras veces.

Persecuciones y atropellos

Para ello ordenaron al independiente, pulcro y eficaz Ministerio Público que imputara, por atentar contra la estabilidad nacional, al ser más malvado de la política venezolana, no porque fuese responsable del envenenamiento de los 40 reos en Uribana, ni porque hubiese entregado la soberanía nacional a Guyana, ni mucho menos por haber cambiado el petróleo por baratijas y espejitos chinos sino por exigir la renuncia de los responsables de este desastre, acción tan democrática como las elecciones y tan constitucional como la protesta.

Mientras el mundo clama porque cese el acoso político en Venezuela, el régimen responde “que si quieren que les cuente el cuento del gallo pelón”; cuando se pide que se respeten los derechos humanos, la revolución contesta “que si quieren que les cuente el cuento del gallo pelón”; si alguien alza la voz pidiendo responsables por la inseguridad, las muertes en las cárceles, el desabastecimiento, en cadena nacional dicen “que si quieren que les cuente el cuento del gallo pelón”; si se desea libertad para los presos políticos, que cesen las torturas o haya independencia en los poderes públicos, las focas rojas cantan a coro “que si quieren que les cuente el cuento del gallo pelón”… hasta que los venezolanos seamos los que les contemos a ellos el “cuento del gallo pelón”.

Llueve… pero escampa

@yilales

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