San Juan Bautista era primo de Jesús, y a él le tocó anunciar que ya el Mesías andaba por allí entre la gente y que debían prepararse para recibirlo. ¿Cómo debía ser esa preparación?
San Juan Bautista predicaba el arrepentimiento y luego de arrepentirse, bautizaba a cada uno. Pedía que la gente se convirtiera de la vida de pecado y se resolviera a vivir una nueva vida de acuerdo a la ley de Dios. Es lo mismo que nosotros debemos hacer en preparación a la venida del Señor. Hemos de rellenar las bajezas de nuestro egoísmo y envidia; rebajar las alturas de nuestro orgullo y altivez; enderezar los caminos desviados y equivocados que no nos llevan a Dios, sino a otros lados “no santos”; suavizar las asperezas de nuestra ira e impaciencia. Es decir, se trata de corregir -al menos un poco en estos días previos a la Navidad- nuestros defectos, vicios y pecados.
San Juan Bautista cumplió con su misión de anunciar al Mesías y de preparar su camino. Y cuando lo vio venir pudo reconocerlo por una íntima revelación que Dios le dio y que él hizo pública: “Yo no lo conocía, pero Dios, que me envió a bautizar con agua, me dijo también: ‘Verás al Espíritu bajar sobre Aquél que ha de bautizar en Espíritu Santo y se quedará en El.’ ¡Y yo lo he visto! Por eso puedo decir que Este es el Elegido de Dios” (Jn. 1, 33-34).
Entonces, al ser preguntado por qué bautizaba si no era el Mesías, San Juan Bautista dice que ciertamente él ha estado bautizando con agua, pero que Aquél que va a venir después de él, bautizará con el Espíritu Santo.
Y Jesucristo confirmará luego este anuncio de San Juan Bautista. En el diálogo a solas que tuvo con Nicodemo una noche, Jesús le dijo a este buen fariseo: “En verdad te digo, nadie puede ver el Reino de Dios si no nace de nuevo, de arriba”. Y, ante el asombro de Nicodemo sobre ese asunto de “nacer de nuevo”, Cristo le explica: “El que no renace del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el Reino de Dios … Por eso no te extrañes que te haya dicho que necesitas nacer de nuevo, de arriba” (Jn. 3, 3-7).
Y ¿qué es nacer de nuevo, de arriba? ¿Qué es re-nacer? Para entender esto, no hay más que ver a los Apóstoles antes y después de Pentecostés (cfr. Hech. 2 y 5, 17-41). Antes de recibir el Espíritu Santo, eran torpes para entender hasta las enseñanzas que recibieron directamente de Jesús. También eran débiles en su fe, deseosos de los primeros puestos y envidiosos entre ellos. Además se escondieron para evitar ser vistos como seguidores de Jesús, por miedo a correr la misma suerte.
Pero sí hicieron algo: creyeron en el anuncio del Señor y lo obedecieron: “No se alejen de Jerusalén, sino esperen lo que prometió el Padre, de lo que Yo les he hablado: que Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días” (Hech. 1, 4-5).
Entonces ¿qué hacer para nacer de nuevo, de arriba? ¿Cómo se nace del Espíritu Santo? Para esto también hay que ver qué hicieron los Apóstoles muy especialmente en los días entre la Ascensión del Señor y Pentecostés y también después, a lo largo de todos los acontecimientos narrados en los Hechos de los Apóstoles: Nos dice la Escritura que los Apóstoles perseveraban en la oración junto con María, la Madre de Jesús (Hech. 1, 14). Clave, entonces, es la oración. Y muy conveniente la oración con la Santísima Virgen ¿no?
Quien ha nacido del Espíritu Santo se da cuenta de que Dios es lo más importante en su vida, se da cuenta que vive para Dios, que Dios es el que manda en su vida (es el Señor, ¿no?). Eso es estar preparados. ¿Preparados para qué? Pues para cuando vuelva el Señor, que volverá en el momento que nos toque morir o en su Segunda Venida al fin de los tiempos.
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