¡VUELVAN CARA…!
¡Vuelvan cara…» huir
no significa libertad
Cuenta la leyenda, hecha historia, que la sabana se estremeció con el alarido del Centauro de los Llanos, José Antonio Páez…
Y, aquel puñado de hombres, campesinos casi desarmados y medio desnudos, montados a caballo rudimentariamente, a pelo, como se dice popularmente, se regresó y… ¡Triunfó!
Quisiera tener el poder de persuasión del catire Páez para infundir el valor engendrado en la voluntad de sacrificio que requiere la patria para convencer no sólo a la juventud que emigra, en búsqueda de mejores derroteros (¿?), sino a los cientos de miles, millones ya, de venezolanos, que la situación por la cual atraviesa la república ha truncado su porvenir.
El talento probo ha advertido, continuamente, sobre lo que sucedería si se mantenía la imposición de un sistema desfasadamente fracasado, que declaró la guerra económica, despiadada e inmisericorde, contra el sistema productivo tradicional implementado en los países que marchan en la cúspide del progreso mundial.
Venezuela lideró los índices de inflación positivamente bajos, durante un lapso superior a los 30 años y, a mediados del siglo pasado, el bolívar, nuestra moneda, superaba el valor del dólar.
Con el precio del barril de petróleo en siete dólares promedio, el país encabezó el desarrollo de Latinoamérica y de gran parte del mundo. Éramos líderes y ejemplo en arquitectura, ingeniería, medicina… Y, hasta en el comportamiento de nuestras Fuerzas Armadas; aquellas de, “El Honor es su Divisa” y del “Ejército Forjador de Libertades”
La creación del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), marcó pauta en la investigación científica en la mayor parte del globo terráqueo. Venezuela contaba con el primer reactor nuclear de América Latina.
Los venezolanos nos capacitábamos para trabajar monolíticamente por nuestro bienestar y el de nuestro país… Venezuela, era el polo de atracción para los ciudadanos de la tierra, que soñaban con un país próspero, en desarrollo, libre de delincuencia y de conflictos bélicos; donde se respetaba la propiedad privada, y el único requisito para lograr el éxito era… la decisión de la persona.
Venezuela, abrió los brazos y cobijó a propios y extraños, educó, capacitó y dotó a los emigrantes y/o a sus descendientes, al igual que a sus propios hijos y, por décadas aquellos que llegaron al país alimentándose con un bollo de pan y un refresco, al igual que los hijos de campesinos, de obreros de fincas, industrias, y trabajadores, que denominaban domésticos, lograron superarse, “sin exclusión,” en escuelas, liceos y universidades gratuitas; las Fuerzas Armadas les brindó todo el apoyo en conocimiento y manutención. Prueba de todo esto es la preparación que dicen tener quienes niegan ese pasado próspero y glorioso que les permitió llegar al poder.
Es la misma madre llamada Venezuela, la que ahora nos necesita y clama porque el talento probo le devuelva la fe en su futuro.