El 28 de marzo de 1823 fue asesinado en Carora el coronel Juan de los Reyes Vargas, cacique del pueblo ayamán, cuya biografía abunda en situaciones dramáticas, contradictorias y confusas seguramente por su origen humilde y pertenencia a un sector de la sociedad colonial cuya existencia sólo fue estimada por los grupos hegemónicos blancos como mano de obra servil y esclavizada en las llamadas encomiendas de indios, destacándose en primer lugar el desconocimiento de su lugar de nacimiento y el nombre de sus progenitores, blanco supuestamente el padre, india ayamán, la madre.
Luego de esas informaciones carentes de confirmación documental, debe señalarse la ignorancia total existente acerca de su niñez, adolescencia y juventud, época de la cual cualquier cosa que se diga son simples especulaciones.
Es a partir de 1810 cuando aparece su nombre incluido entre aquellos grupos de indios ayamanes que se incorporaron en Carora y su jurisdicción en las tropas del Marqués del Toro, donde Reyes Vargas debió distinguirse en los pocos combates que los patriotas sostuvieron contra las fuerzas corianas defensoras del gobierno español pues de otro modo Rodríguez del Toro no lo hubiese designado como jefe de la población de Siquisique, al fracasar el intento de derrotar a los corianos servidores del rey de España y retirarse, en consecuencia, de aquellos territorios.
Seguramente, sin recibir la influencia religiosa del padre Torrellas y el recuerdo de los sufrimientos del pueblo ayamán padecidos por 3 siglos de mano de los encomenderos caroreños, Reyes Vargas hubiese permanecido leal a la República sin ganar el prestigio negativo de “indio traidor a la patria”, y no hubiera pertenecido al bando español hasta 1821 cuando se reintegra a los ejércitos patriotas, bajo la influencia poderosa de Bolívar.
Terminada la guerra, Reyes Vargas fue nombrado Jefe Político y Militar de Carora y su jurisdicción, jerarquía agregada a su condición de Cacique sin rivales del pueblo ayamán.
Fue lo que los grupos hegemónicos de Carora, la godarria oligarca no podía permitir y mediante la acción, supuestamente personal del feroz coronel Reyes González, el poderoso líder ayamán fue alevosamente asesinado, el 28 de marzo de 1823, Viernes Santo, constituyéndose ese día en una fecha luctuosa de sangre y de declaración abierta de lo que son capaces las élites hegemónicas cuando el pueblo apenas amenaza sus privilegios.
Una fecha que, claro está, los caroreños, los herederos de quienes gobernaban en 1823, no conmemoran.