Habla español como si hubiese nacido en suelo criollo, y juega béisbol como quien crece en algún sector popular de estas tierras. En el terreno de juego, sus destrezas se hacen innumerables, pero más allá del diamante, su sonrisa brilla con luz propia. Es fuerte, veloz, carismático y despreocupado, todo un dechado de atributos que convirtieron la entrevista en una conversa amena y sincera, que bien vale la pena compartir con ustedes
No somos expertos en terminología beisbolística, pero sí sabemos reconocer cuando un deportista tiene talento, y es precisamente por eso que escogimos a Paulo Orlando, el brasilero importado de Cardenales de Lara que se convirtió en el protagonista de estas líneas. Desde su llegada a la liga criolla, hace 3 temporadas atrás, se ha vuelto pieza clave para el equipo crepuscular, y es que es la combinación perfecta de una serie de destrezas que hacen de él un pelotero ejemplar.
En sus piernas la velocidad cobra vida propia, la efectividad de su madero es más que acertada y su guante, oportuno y preciso, es digno de admiración. Pero más allá de sus destrezas físicas, Paulo es dueño de unos cuantos adjetivos calificativos bien interesantes, pues como buen brasilero, siempre anda sonriente, desenrollado y accesible, sin ínfulas de ningún tipo ni delirios de grandeza, dispuesto a dar sus más sinceras respuestas y a compartir con cualquiera su interesante historia.
Las páginas de su libro se empezaron a escribir siendo apenas un adolescente, cuando tras descubrir la magia de sus miembros inferiores, decidió entrenar duro para volverse atleta de 400 metros planos, disciplina que a la larga lo puso frente a una persona que le abrió los ojos y le hizo entender que sus capacidades iban mucho más allá y que tenía potencial para dedicarse a un deporte que para aquellos tiempos era prácticamente desconocido en su país natal.
Así, después de mucho pensarlo y gracias al apoyo incondicional que desde siempre le brindó su familia, Paulo asumió el reto y le dijo que sí a aquella propuesta que hoy lo posiciona como uno de los pocos peloteros brasileros con calidad de exportación, en un ícono del Cardenales de Lara, en un deportista excepcional que llegó para aleccionar a más de uno y demostrar que con un poco de esfuerzo y muchísima dedicación todo es posible.
El centerfield del Cardenales
Los jardines, la parte más alejada del diamante, es su área de confort, y es que cuando la bola se va por aquellos lares, nosotros, el público en general, suele perderla de vista, pero él, como buen outfielder, siempre la tiene precisada, logrando hacer atrapadas inimaginadas que le ponen fin a cualquier momento de suspenso, situación con la que obviamente se gana aplausos colectivos y ovaciones de pie.
Pero antes de llegar a eso, hubo una historia que les encantará… “Mi mamá trabajó en un hospital y uno de los doctores de ahí era un japonés, coach de un equipo de pelota, que desde que yo tenía 5 años le insistía para que me llevara a las prácticas, pero no fue sino hasta los 12 cuando decidí aceptar la invitación. A partir de ese momento, comencé a enamorarme del béisbol, aunque al principio me sentía un poco extraño por ser el único brasilero en el equipo”.
Luego de un tiempo, la pasión por el fútbol se apoderó de él al punto de hacerlo renunciar a la pelota, pero al rato se le hizo imposible continuar en el deporte rey por faltas de equipos de su edad y fue entonces cuando decidió concentrarse en el atletismo. “Seguía jugando béisbol informalmente los fines de semana, pero a los 17 empecé a practicar atletismo, en las categorías de 100 0 200 metros planos. Poco a poco me empezó a ir bien en esa disciplina, los metros fueron aumentando, logré muy buenos tiempos y alcancé excelentes lugares”.
Estando en ese medio, un buen día tuvo la oportunidad de conocer a Santana, un cubano scout y director de un equipo de pelota profesional que al principio lo intentó entrenar como lanzador, sin saber siquiera que sus habilidades como jardinero serían toda una revelación… A partir de ese momento, la cosa se puso seria, el brazo comenzó a mejorar y el bateo a fortalecerse, hasta que, en el 2005 finalmente llegó ese contrato que tanto había esperado y fue entonces cuando viajó a Estados Unidos, comenzó su camino a la profesionalización y se conviritó en el prodigio que hoy tenemos la dicha de disfrutar en el Antonio Herrera Gutiérrez, casa del cardenales de Lara.
Más allá del campo
¿A quién admiras?
A Ken Griffey, Derek Jeter, Albert Pujols, Manny Ramírez y Robert Pérez
¿Qué le agradeces al béisbol?
Todo y no sólo me refiero a la parte económica. El béisbol me ha dado mucha disciplina, respeto y aprendizajes que siempre agradeceré
¿Qué cualidades debe tener un buen pelotero?
Ser muy profesional, tomarse las cosas en serio y esforzarse al máximo
¿Sientes que estás al 100%?
Cada vez que salgo al terreno trato de dar el máximo, lo mejor de mí. Cuando se termina el juego me siento a reflexionar para ver de qué manera lo puedo hacer mejor
Béisbol en 3 palabras
Pasión, fe y metas
¿Qué sientes por Venezuela?
Es mi casa, como si fuese un estado más de Brasil, me gusta la comida y su gente amiga
¿Qué representa para ti Cardenales de Lara?
Confianza, calor de hogar, buen trato, libertad y bienestar
¿Tienes alguna anécdota inolvidable?
Nunca me esperé llegar al estadio y ver una pancarta gigante que decía “Te amo Paulo”, eso me causo mucha gracia y me enseñó que aquí se vive una pasión increíble
¿Tienes algún ritual de la suerte?
Todo lo empiezo con el lado derecho, lo hago inconscientemente, pero hasta me pongo primero el zapato derecho
“Estoy viviendo un gran momento, tuve una tremenda temporada en AAA, aquí gané jugador de la semana y en el 2015 será mi primer año como pelotero protegido de Kansas City”
“El béisbol se está convirtiendo en un deporte importante en Brasil. Por eso estoy aquí representando a mi país, levantando nuestra bandera, dando el ejemplo y demostrando que los cariocas sí podemos jugar pelota”
“Un buen jugador debe trabajar muy duro y ejercitar también la mente, para así ser cada día mejor y superarse a uno mismo”