El día 30 de julio del presente año partió Isa Dobles, la voz femenina que marcó a través del testimonio auténtico y veraz la escena de la televisión y la radio venezolanas. Fue una mujer perfecta, porque no estuvieron ausentes de su vida las contradicciones, siendo como era, un ser humano que vivía plenamente la dinámica de su existencia. Pero enseñó a todos los que usan un micrófono en nuestro país, como se trata con el amor puesto al servicio de la nación, la función esencial de comunicar. Para ella siempre fue importante, la salud de la palabra. Combinaba perfectamente la objetividad de los hechos con el valor del afecto, del cariño a la hora de transmitir, de los valores personales puestos al servicio de la causa de saber hablar y saber escuchar.
Isa fue única, auténtica, original. A su oficio de comunicadora social, lo alimentaba y vestía diáfanamente con una cualidad que brotaba omnipresente cuando estaba frente a los medios: la transparencia de su alocución, dejaba ver en claro no sólo el manantial de percepciones que brotaba de aquel volcán de emociones que era su radiante y carismática personalidad, sino que también tenía ese raro don de saber dónde estaba el campo afectivo de sus interlocutores invisibles para sintonizarse con la frecuencia emocional de cada uno de sus escuchas. Así les permitía hablar desde muy dentro, y lo que era aún más importante, les permitía escuchar lo que hablaban, lo que sentían Del mundo que vivió de niña y adolescente, Isa extrajo el jugo existencial del amor por su país, ese zumo viscoso que a lo largo del tiempo fue macerándose en toda su esencialidad. Aprendió a que la cultura de un país generaba una nación sin guerra de clases y que era esa su función y la de todos sus artífices. Por ello defendió como leona a sus cachorros, a todas esas promociones de comunicadores que le siguieron y que siguen dando la batalla por ella.
Isa se despidió como Isabel Cecilia Oropeza: con un ramo de flores en sus manos, ha escrito para siempre: “Yo amo a Venezuela y la quiero ver llena de flores, porque las flores borran de su rostro una y otra vez la amargura y el odio que otros diseñan en beneficio de sus intereses y sus vicios.” Y todos los venezolanos, los que sentimos el amor por el país que ella nos mostró, la llevaremos al Ávila para premiarla con el poema que siempre quiso.
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