Es una muchacha que canta muy bien y su padre, artista de profesión, ya retirado, dirige el coro y la orquesta de su iglesia protestante. La joven tiene una hermosa voz, pero quiere innovar y no está de acuerdo con las canciones y los arreglos de su papá. Tiene con él varios roces por este motivo.
El papá recibe la visita de un antiguo amigo promotor de espectáculos que le hace una oferta tentadora para que vuelva a las tablas. El se niega porque dice que ya superó esa etapa y le gusta lo que ahora está haciendo.
La muchacha inconforme y con ansias de un futuro mejor, se va de la casa sin decirle a sus padres. Les deja una nota en que les explica sus ambiciones y se lanza a Los Ángeles donde vivía el promotor amigo de su padre.
Su papá decide ir a buscarla porque conoce los ambientes artísticos, donde el dinero lo decide todo, incluso la vida privada de los artistas. Cuando la encuentra le explica los riesgos de la metrópoli y a lo que ella se expone. La chica insiste en sus propósitos y se queda en Los Ángeles.
Poco a poco se va dando cuenta de que –por su calidad artística- los promotores ven en ella ocasión de ganar mucho dinero. Le dan apartamento, le compran carro y la someten a un tren de publicidad en el cual le exigen posar para fotos con trajes indecorosos impropios de una muchacha decente. Ella se niega. Le organizan salidas con artistas, inventan noviazgos y romances y ella se va dando cuenta de lo que su papá tenía razón.
Se consigue con un muchacho vecino que le advierte que el camino que está emprendiendo, a la larga, la va a perjudicar. Le da a leer un buen libro sobre la fe en Dios que la pone a reflexionar, y le dice que ella todavía está a tiempo de rectificar. Acepta los consejos de su amigo y decide volver a su pueblo con sus padres, de donde, -piensa-, no debía haber salido.
Terminamos con unas consideraciones que pueden ser útiles. El deseo de progresar no es malo y viajar a los centros donde nace el arte tampoco. Pero hay que tener la madurez suficiente para no contaminarse con lo perjudicial. Mejor es ir acompañados, por ejemplo, con una amiga que tenga los mismos intereses y así juntas, se protegen. Los padres, a la vez que cuidan a sus hijos deben ayudarles a volar. No frenar sus iniciativas, pero sí estar cercanos para transmitirles su experiencia. Como dice el dicho: “Ni tan calvo ni con dos pelucas”. Sobreprotegerles les hace mucho daño, pero desentenderse también.