Estar preparados, porque viene pronto. Y es Jesús Quien nos lo dice. ¿Cuando será? … no sabemos, pero cada día que pasa es un día menos para su llegada.
“Sí, vengo pronto’. Así sea: Ven, Señor Jesús” (Ap. 22, 20). Con estas palabras termina la Biblia: el Señor diciéndonos que viene pronto. Y nosotros, la Iglesia, la humanidad entera pidiéndole que venga.
Es el Primer Domingo de Adviento, tiempo de espera para la venida de Cristo … también es tiempo de preparación para esa venida. Las Lecturas de este tiempo de Adviento nos trasladan a veces a ese anhelo que existía en el Antiguo Testamento de la venida del Mesías.
Sin embargo, ya ese anhelo ha quedado satisfecho, puesto que esa primera venida del Hijo de Dios, su venida histórica, ya tuvo lugar hace dos mil años. En efecto, Jesús nació, vivió, sufrió, murió y resucitó en la tierra, en nuestra historia. Y así ha salvado -ha rescatado- a la humanidad perdida en el pecado.
Desde su primera venida, la historia de la humanidad se orienta toda hacia la “parusía”; es decir, hacia la venida gloriosa de Cristo al final de los tiempos. El Adviento es tiempo especial de preparación para esa segunda venida de Cristo. De allí que muchas de las lecturas de este tiempo se refieren a eso que estamos esperando y que puede venirnos en cualquier momento. Y no será como la primera esta Segunda Venida, sino que ahora Jesús vendrá en gloria, de manera impactante, estruendosa, poderosa, sorpresiva.
Por eso el Evangelio nos estimula a estar preparados, bien preparados: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento”. Y nos pide estar “alerta” porque no sabemos “a qué hora va a regresar el dueño de la casa” (Mc. 13, 33-37).
El regreso del “dueño de la casa” –si nos fijamos bien- será el acontecimiento más importante de la historia de la humanidad. Por eso hay que prepararse, y prepararse bien.
¿Cómo es eso? ¿Cómo podemos ir preparando esa venida del Señor? El que va a volver es Jesús, el Hijo de Dios. Pero El se nos ha estado haciendo presente de varias maneras en todo este tiempo que va desde su primera venida hasta su próxima venida.
Se nos ha hecho presente primeramente a través de los Sacramentos. Los Sacramentos son vías super-especiales, signos visibles, por medio de los cuales Cristo se hace presente. Tomemos algunos: el Bautismo –para nombrar el primero- nos borra el pecado original y da a cada bautizado su Gracia, que es su Vida misma. En la Confesión nos restaura la Gracia perdida por los pecados cometidos. En la Eucaristía está realmente presente, vivo, y se da a nosotros en forma de alimento para nuestra alma, para fortalecer nuestra vida espiritual.
Jesucristo también se hace presente con su Palabra, contenida en la Sagrada Escritura. También se hace presente en la oración, con inspiraciones e impulsos interiores. Todas ésas son formas de preparación, porque estamos permitiendo que Cristo venga a nuestro corazón en cada una de las ocasiones en que El se nos ofrece. Y si lo recibimos bien estamos dejando que El vaya transformándonos cada vez más profundamente. Así nos vamos preparando a su venida gloriosa.
Así nos encontrará velando, como nos pide El insistentemente a lo largo de su Palabra y sobre todo en estos días de Adviento. Nosotros nos encontramos entre una y otra venida. La primera ya sucedió. La segunda “no saben cuándo llegará el momento” (Mc. 13, 33-37). Pero sabemos que llegará…
Por eso el Señor nos recuerda tantas veces que estemos preparados, que velemos, porque no sabemos a qué hora regresa. “¡Sí, vengo pronto¡” ¡Ven, Señor Jesús!
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