La huella del caminante

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Estamos casi seguro que los versos del gran poeta Antonio Machado eran la fuente de inspiración de Otto Segovia, a quien la tierra recibió ayer después de una larga y fructífera existencia.

Más de 80 años de espiritualidad, de una vocación de servicio público inigualable, de amor por el prójimo se interrumpieron al comienzo de la semana dejando a su familia llena de congoja, pero al mismo tiempo de orgullo por el magnífico y ejemplarizante legado que sintetiza lo que fue su vida.

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Otto Segovia no era médico, pero parecía conocer los secretos de la medicina cuando atendía a sus improvisados pacientes que acudían a la Farmacia Galénica en busca de un consejo que remediaran padecimientos. Más de 20 años conociendo a la gente humilde con la cual se sentía muy a gusto aun después de cerrar una farmacia que no pudo competir en el mercado por estar ubicado en uno de los barrios más humildes de Barquisimeto.

El deporte fue para Otto un elemento prioritario para conservar la salud. Le gustaba correr en sus tiempos mozos, caminar calle arriba y calle abajo para fortalecer sus músculos y su mente, aprendiendo técnicas biomecánicas que transmitía sin ningún interés a centenares de miles de sus alumnos que le seguían en sus largas y constructivas caminatas.

“La gente no sabe caminar por su salud, algunos lo intentan, pero lo hacen mal, por eso me gusta enseñarles ciertos métodos que ayudan a conservar no solamente la figura, sino la salud”

Otto entonces ensayaba sus pasos, cortos y largos, con cierto ritmo, repitiendo el uno, dos y tres,

Además de ser un caminante impenitente, Otto Segovia era un enamorado y apasionado por el fútbol. Su casa y su “estudio” se habían convertido en un pequeño museo que recordaba su asistencia a muchos mundiales. Junto con Telasco Segovia, el inolvidale entrenador de fútbol, fallecido hace años atrás, trabajaron incansablemente para formar juventudes a través de un deporte al que consideraba el mejor de todos.

“En el fútbol se mueven muchas cosas, el cuerpo, la velocidad, la inteligencia- solía decir en sus improvisadas charlas deportivas. Y en esa entrega total por el balompié siempre contó con la magnífica y amorosa compañía de su esposa María Edith con quien procreó siete hijos, que a su vez les regalaron muchos nietos.

En los últimos años de su vida, Otto nos confesaba sonriente que ahora estaba compartiendo su actividad de caminante con un trabajo de Valla

¿……?

-Sí, explicaba, Maria Edith es mi patrona. Todas las mañanas me despierta diciéndome: “Otto, vaya a buscar la leche, vaya a comprar el pan, vaya a pagar la luz…. Lo que no sabe es que a mí me encanta hacerlo porque tengo la oportunidad de aumentar mi kilometraje.

Por los caminos de la eternidad seguramente andará hoy el querido Otto Segovia.

LRM

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