Admiro la lucha de Leopoldo López y su partido por la liberación de Venezuela. Varios dirigentes de Voluntad Popular están detenidos, exiliados o perseguidos por el régimen. En particular Leopoldo López ha sido muy valiente y la democracia venezolana está en deuda con él. Lo ha expuesto todo, su vida, su libertad, su familia y él sabe que el régimen está de frente contra él. Me apena ver el sufrimiento de su esposa, de sus pequeños hijos y de sus padres. A pesar de todos los esfuerzos y peticiones hechas, el régimen no le concedela libertad. Leopoldo López, Simonovis y la juez Afiuni desnudan claramente la perversidad de este gobierno. De manera que comienzo estas líneas expresando mi respeto y admiración por la valentía y las firmes convicciones democráticas de Leopoldo López.
He venido observando que su partido y él mismo desde su celda, han propuesto una nueva asamblea constituyente como solución a la actual crisis venezolana. He leído y pensado muy bien la propuesta de López. He estudiado el tema con detenimiento y he llegado a la conclusión de que la idea de una nueva asamblea constituyente no es conveniente. Nunca he sido partidario de asambleas constituyentes. Respetoel criterio de todos, pero, repito,nunca he sido partidario de asambleas constituyentes. Desde mis estudios universitarios, oyendo las clases de Derecho Constitucional del Dr. José Guillermo Andueza, cuandose refería a las asambleas constituyentes, me parecían equivocadas. Creo que a Andueza también le parecían equivocadas. En estricto sentido sólo puede haber una asamblea constituyente, la primera, la original, en nuestro caso el Congreso Constituyente de 1811, creadorde la república. Una vez nacida la república, lo que puede haberson reformas o enmiendas constitucionales pero no asambleas constituyentes porque la nación ya está constituida. Creo que este fue el espíritu de la Constitución de 1961 cuando no contempló a las asambleas constituyentes como mecanismo de reforma constitucional. Cuando Chávez planteó una asamblea constituyente, manifesté este criterio y voté en contra de convocar esa asamblea, sobre todo porque ya existía un muy buen proyecto de reforma constitucional y porque la Constitución de 1961 no contemplaba la asamblea constituyente.
Por otra parte, convocar una asamblea constituyente supone una recolección de firmas que representen el 15% del electorado. Si se recogieran esas firmas y el CNE las aceptara, debe luego convocarse un referendo para decidir si se convoca o no la asamblea constituyente, luego vendría la elección de los asambleístas constituyentes y finalmente otro referendo para aprobar o no la nueva constitución. Este complicado procedimiento nos llevaría un tiempo largo con el consiguiente gasto para el país. Estamos próximos a la elección de una nueva Asamblea Nacional, lo mejor es concentrar esfuerzos en esa elección con espíritu unitario y desprendimiento absoluto. La gravedad del momento así lo requiere.