En un artículo anterior nos referimos a la fuga de cerebros, pero la información que nos ha suministrado el sociólogo Tomás Páez, producto de una investigación que ha realizado en varios países, de que cerca de un 1 millón 500 mil venezolanos han emigrado en las últimas décadas, más una alarmante noticia que recibí de dos familias muy cercanas a la mía, que 16 de sus hijos y sobrinos, profesionales universitarios, pidieron apoyo a sus progenitores y ya salieron de Venezuela, me inclinaron a volver sobre el tema.
Una de las primeras causas generales de las grandes tragedias que impiden que las naciones del llamado Tercer Mundo puedan avanzar hacia un desarrollo sostenible, que genere bienestar a la mayoría de sus pobladores, es la emigración de miles de sus hombres y mujeres muy bien capacitados en sus universidades, porque no encuentran estímulos para poner en práctica sus conocimientos especializados. Incluso los que logran realizar postgrados en universidades del primer mundo, se ven forzados a regresar a esos países que generalmente los reciben, no sólo con los brazos abiertos, sino también con un trabajo adecuado a sus niveles de calificación profesional, sueldos acordes con el costo de la vida y hasta con vivienda apropiada para alojar decentemente a su familia, y poder dedicarse a trabajar en el menor tiempo posible.
Que aproximadamente el 50% de los jóvenes venezolanos, entre los más estudiosos y mejor preparados en nuestras universidades, manifieste en diferentes encuestas que quieren irse del país, debería ser preocupación tanto del gobierno como de la oposición. De las autoridades gubernamentales, que tienen la mayor responsabilidad en la desconfianza que han creado con sus políticas públicas que no han generado condiciones para su arraigo en territorio nacional; y de la oposición, que aspiraba ganar elecciones y provocar un cambio, por lo que significa la descapitalización humana, científica, técnica y humanística de una nación, que lo tiene todo para impulsar un desarrollo económico sostenido, para lo cual no sólo debe crear condiciones favorables para un mejor nivel de vida, de los que todavía permanecen en suelo patrio, sino también para provocar el regreso de la mayoría de los que se han ido.
En más de un millón de jóvenes profesionales se calcula que han emigrado de Venezuela en los 14 años de gobierno del Chavomadurismo, buscando nuevos y fructíferos horizontes que les garanticen un mejor futuro, que no encuentran en nuestro país, como consecuencia no sólo del atraso económico sino también por la discriminación política que ha establecido el régimen vigente, contra quienes se niegan a identificarse con el partido oficial.
Algunos países desarrollados les garantizan estabilidad en el empleo, porque conocen el grado de competencia de quienes han cursado estudios en sus mejores universidades públicas o privadas y saben del aporte que pueden darle a sus empresas y a la nación misma. En el mundo de hoy, en la era del conocimiento, no sólo preparan a sus nacionales para que contribuyan a un progreso permanente de sus economías, sino que no satisfechos con semejante garantía de futuro y bienestar, reclutan en el resto del mundo aquellos cerebros que la improvisación y atraso de sus gobernantes y planificadores no son capaces de retener con sueldos dignos de sus niveles de educación.