La semana pasada tocamos un tema que los arquitectos comentamos con frecuencia: el de las características de una obra con la que se identifica un conglomerado, como es el caso de la Torre Eiffel para París o el Puente de los Suspiros para Venecia.
Cuando escribí esas notas no sabía que más tarde tendría la ocasión de visitar la Casa Rosada, la casona del historiador Rafael Domingo Silva Uzcátegui, en Agua Viva. Esta casona fue construida a comienzos del siglo XX y tenía por lo menos 16 años abandonada y deteriorándose hasta que finalmente el alcalde Barreras decidió recuperarla para destinarla a su cometido natural: servir de asiento a una variedad de instituciones y actividades culturales de Agua Viva: sede del cronista, sede de los archivos locales, de la biblioteca, salas de exposiciones artesanales permanentes, espacios para talleres, lugar de encuentros sociales y culturales, etc.
La tarea está en manos de quien, a no dudarlo, es persona idónea para esa responsabilidad: la arquitecto Claudia Rodríguez, con experiencia en restauraciones, profesora de historia de la Arquitectura Colonial y de Teoría de la Conservación, en la sede local de la escuela de arquitectura de la UCV.
Los procesos de recuperación requieren, por lo general, un destape de los frisos que con frecuencia han terminado por ocultar parte de la historia de la obra, desde la edificación original hasta los añadidos y cambios posteriores. Por ejemplo, parte de la obra añadida fue realizada con estructura de concreto armado y techos de tabelones insertados entre vigas doble t. Estos añadidos no serán retirados por una razón muy sencilla: ya se han historizado, se han convertido en parte de la historia de la casona y su permanencia no la desmejoran, una argumentación totalmente válida de mi colega.
Sin embargo hay un punto en el que no concuerdo: se propone devolverle a la casa el color blanco que una vez tuvo. Yo creo que es justo que la casa que todos identifican como la Casa Rosada, permanezca con tal rasgo de identidad. No vaya a ocurrir como ocurre con el cerro El Ávila, al que el gobierno chavista rebautizó como Waraira Repano, porque así la llamaban los indios Caracas, pero que desde tiempos de la colonia todo el mundo lo identifica como El Ávila.
Aprovecho para pedir que la biblioteca que se instalará en la Casa Rosada sea bautizada como Biblioteca Profesora Nancy Godoy, una heroína en la defensa de la actual biblioteca y que ha hecho lo imposible para que no desapareciera bajo la diatriba política y la indiferencia cultural.