En el caserío Chorobobo, cuya mitad pertenece al municipio Iribarren y la otra a Palavecino, hay un campo de béisbol abandonado.
El espacio es visitado por equipos de softbol durante los fines de semana, pese al deprimente estado que exhibe.
Fue inaugurado en 1969, y la comunidad, luego de un referendo consultivo, le colocó el nombre de uno de sus promotores: Ramón Ríos, vecino de esa localidad que argumenta que la distinción le honra pero las condiciones paupérrimas del campo deportivo le entristece.
Al ver al equipo reporteril de EL IMPULSO captando las gráficas en el estadio, Ríos resumió que le encantaría que en algún momento y antes de dejar este mundo terrenal leer:
“El estadio de la comunidad de Chorobobo, tiene una hermosa fachada, bien pintada, sus gradas bien cómodas, un backstop de primera categoría, modernas instalaciones dan abrigo a los mejores peloteros de la zona rural y urbana de la zona metropolitana”, anota en su imaginario cuyo anhelo no aparta de su cotidianidad.
La triste realidad
Este antiguo parque de pelota, hoy solo exhibe una triste fachada, repleta de monte y hasta de desechos sólidos, la cual es detectada desde que se intenta entrar a su interior.
El tufo alucinante a orina y materia fecal junto al visible deterioro de la infraestructura, da cuenta del olvido gubernamental.
La inexistente instalación eléctrica, permite que al llegar el ocaso, el campo se sumerja en tinieblas.
Los pasillos de entrada y hacia las graderías son hostiles para la salud, con aguas sanitarias pestilentes a pesar de que este ambiente no impide la visita de decenas de prospectos que acuden cada tarde a jugar a la pelota.
“La cerca perimetral tiene más huecos que un colador”, afirma Ríos con dejadez, aunque sostiene que a sus 79 años sigue luchando por convertir al estadio en un centro deportivo de alta competencia y así sacar a la gran cantidad de niños y jóvenes de las comunidades rurales aledañas, de la vagancia y el consumo de alcohol y drogas.
Reseña que el terreno fue donado a Chorobobo por la acaudalada familia Vollmer, con el compromiso de ejecutar un proyecto deportivo y poco a poco se fue construyendo el estadio.
Puntualiza que en el parque se dan cita semanalmente unos ocho equipos de softbol, pero durante el año completo se efectúan campeonatos.
Hizo un llamado al alcalde de Iribarren Alfredo Ramos, a fin de ejecutar rehabilitación integral del campo, pues el espacio se encuentra ubicado en ese municipio.