El discurso de Maduro sobre el tema del precio de la gasolina es casi cantinflérico, que si va a ajustar el precio, pero no ahora, porque estamos en crisis, pero no hay apuro. Meses atrás había amagado también con subirla convocando a una consulta popular que no llegó a nada. Ahora reedita el tema aseverando que es necesario el aumento del precio del combustible pero que lo hará cuándo y cómo le dé gana. O sea, lo peor de los mundos: un paquetazo tardío.
Solo queda claro que la severa crisis económica amerita decisiones que Maduro no ha sido capaz de tomar. Y es que no en vano se le paran de la silla en pleno discurso hasta su sequito más cercano. Lo cierto es que los precios del petróleo bajarán y no tenemos reservas ni ahorros para enfrentar la época de vacas flacas que siempre fue previsible. La bonanza nos dejó fueron deudas y un aparato productivo destruido. No hay alternativa al petróleo, las industrias se fueron, el comercio es esclavo del control de cambio y el turismo es literalmente una caricatura. Amén de la burocracia más atroz y corrupta de nuestra historia republicana.
Mientras tanto el dólar libre, legalizado ya por el Gobierno con la promesa de “pulverizarlo”, pasó galopando la frontera de los cien bolívares muerto de la risa, al tiempo que la inflación oficial amenaza con pasar el 70%. Y Maduro aprueba seis leyes ajenas a todo este drama, incapaz de generar ya noticia ni mucho menos esperanza. Es el divorcio más grande entre la burocracia roja y las necesidades reales del pueblo. Lo único que hay es una colección de guerras perdidas (contra la corrupción, contra el acaparamiento, contra el bachaqueo, contra el comercio especulador, contra los buhoneros, etc).
Pero las matemáticas no mienten, el hecho cierto es que el Gobierno creó un dólar a Bs. 50 y no se lo da a nadie, lo que manda un mensaje claro de que la devaluación real es mucho mayor. Adicionalmente a eso, la falta de estímulos a la inversión privada que además es objeto de permanente persecución, hace que nadie quiera usar el exceso de liquidez en bolívares en productividad nacional, comprando divisa a lo que esté. Tampoco hay bienes o activos en que resguardarse ante la devaluación. Ya para comprar un carro, un apartamento o hasta un pasaje se necesitan dólares y la moneda nacional es inútil. El fracaso es estruendoso, el “chavismo sin Chávez” promete ser la peor época vivida, la prolongación de un modelo equivocado pero ahora sin liderazgo. Tener patria (hipotecada a Cuba y subordinada a Cuba) ya no consuela a nadie.
Lo único que queda intacto es la mafia cadivera a la que el Gobierno le otorga todos los días discrecionalmente un dólar con un 95% de subsidio. Este es el tema de fondo, el control de cambio, que es el mejor negocio para una élite y el peor negocio para el pueblo que paga con devaluación y escasez tamaña aberración. Y la culpa es del Gobierno, de más nadie. Atrás quedó la fórmula atribuida a la “cuarta” del 80-20% entre pobres y ricos. Ahora estamos hablando de menos del 1% que se reparten los dólares del país contra todo el pueblo restante que gana en bolívares empobreciéndose cada día como nunca antes.
No queda otra que mantenernos unidos y organizadamente alcanzar la mayoría de la Asamblea Nacional aprovechando los espacios democráticos con los que todavía disponemos y desde ahí generar el cambio que le urge al país. Esto no es excluyente con la protesta, pero sí es necesario para la reconstrucción institucional de un nuevo Estado en el que renazca la descentralización y la producción nacional.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.
@chatoguedez