¡Nadie puede vivir sin esperanza! Cada vez que Ud. se acuesta, cualquiera sea su status social, espera, al levantarse, conquistar un objetivo. Si su economía es demasiado precaria y juega loterías o caballos, espera un golpe de suerte para “salir de abajo”. Si se inició en un negocio o ya lo tiene, espera seguir creciendo a costa, a veces, de lo que sea. Si es político, busca asumir al poder y si está en el poder aspira no dejarlo nunca. Las esposas y los esposos. Los presos y los libres. Las mujeres, los hombres, los niños y los abuelos. Todos guardamos una esperanza de algo.
Pero, llega un momento cuando la esperanza se pierde, por cuanto la vida golpea o la ambición satura la mente. O no se hacen las cosas de manera correcta, sobreviene entonces la depresión. Durante el período 1999-2010, el suicidio pasó de ser la octava causa de muerte entre los estadounidenses de edad mediana. El Centro para Control y Prevención de Enfermedades difundió el informe, que se basó en certificados de defunción. Según un grupo de sociólogos, todos fueron precedidos por la depresión y la desesperanza. ¿Cómo les parece?. Cuando los planes, proyectos, anhelos, emociones y aspiraciones las colocamos paralelas a la ambición humana. Sostenidos por un pragmatismo y auto suficiencia, suceden estas cosas que agobian la familia y la sociedad.
Cuando emprendemos un proyecto generalmente lo acompañamos de la expresión ciertamente sincera “Si Dios quiere”, pero en el fondo, en realidad no aceptamos lo que Dios quiere, sino lo que nosotros hemos decidido. Distinto es cuando vamos a Dios en oración y contritos de corazón. Cuando nuestra actitud es de entrega sincera, sea la religión que sea, entonces encontramos alivio y una nueva perspectiva de vida. Encontramos esperanza. Una, que a pesar no se den las cosas como esperábamos, por cuanto muchas veces sucede, no nos va a deprimir, nos va a sostener siempre, por cuanto hemos dejado que Dios se enseñoree de nuestra vida.
En la Santa Biblia encontramos una enorme cantidad de vicisitudes por las cuales pasó el apóstol Pablo, pero nunca se agobió hasta la desesperación. Todo lo contrario. Mire lo que dice: “Así que nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios” Rom.5:2.Y sigue diciendo, “… que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a Uds. que creen el él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo” Rom.15:13. Por el contrario, un mes antes de morir Jean Paul Sartre, destacado humanista ateo dijo “El mundo parece horrible, malo y sin esperanza. Vaya, he aquí el grito desesperado de un anciano que morirá en la desesperación” Citado por S.H. Travis. Londres.
La tragedia de Sartre, y así él lo reconoció, fue que no tuvo fundamento firme para ningún tipo de esperanza. Ésta, solo la podemos encontrar en Dios y su Evangelio y Sartre la rechazó. ¡Triste!. ¡Hasta el próximo martes Dios mediante.
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