Es común que los arquitectos observemos los cambios que ocurren en la ciudad. Uno de estos es la práctica de Falcón, Barreras y Ramos, de pintar los edificios-públicos como privados- con los colores de su partido político. Contra esta práctica puede aducirse que modifica la usual imagen blanca de las edificaciones tradicionales, y que los nuevos colores hacen parecer la ciudad como si estuviéramos en la costa caribeña donde los colores fuertes es lo común.
En realidad, no creo que el asunto sea grave considerando el grado de deterioro de las edificaciones y zonas de interés histórico o no, usualmente muy deterioradas. Es preferible pintar en cualquier color y que las fachadas se vean limpias y mantenidas en vez de mantenerse en un tradicional y descuidado color marrón tierra que una vez fue blanco.
El color suele ser parte de la identidad de las ciudades. De ahí la conveniencia de mantener los colores tradicionales y los colores pasteles no lo son, pero esto no desmerece a la obra de arquitectura y, además, las identidades están en permanente cambio. En todo caso, nada que no pueda remediarse más adelante con otra capa de pintura del color que corresponda.
Es obvio que un recorrido por la ciudad muestra paredes brutalmente grafitadas con publicidad política de todos los partidos;paredes sin frisar; rejas que muestran todo el basural en el interior de la parcela; ductos de aguas de lluvia que descargan directamente sobre el peatón;paredes ya desplomadas o a punto de hacerlo;señalización vandalizada; ausencia de nomenclatura vial; aceras rotas, peligrosas e intraficables; calles convertidas en caminos rurales por la abundancia de monte y tierra, de perros realengos y ausencia de luminarias, etc.
Ciertamente, lo que hay que hacer es mucho más que pintar para mejorar esa imagen. Ahora bien: ¿Puede lograrse esto sin la colaboración de los ciudadanos de la mano con las alcaldías? Suponiendo que los recursos alcancen para reparar fachadas y modificar conductas ciudadanas, adelantaría acciones globales por pequeños sectores urbanos que tengan un efecto de demostración de lo que puede ser, educando al mismo tiempo a todos los vándalos que dañan la imagen de la ciudad.
Por ejemplo, en una pocas cuadras alrededor de la alcaldía decretaría una ordenanza especial asumiendo lo que toca a la autoridad pero obligando a los privados a lo que debe ser su obligación: mantenimiento completo de fachadas, incluyendo pintura y espacios libres que dan hacia la calle, dando un tiempo prudencial para hacerlo y sancionando severamente si no lo hacen.
Que cada parte asuma sus responsabilidades y las sanciones que correspondan.