Cuesta descifrar, en toda su magnitud, esta ecuación de devastación que el actual gobierno ha desarrollado durante estos tres lustros en Venezuela. Los matices, enarbolados por los defensores y seguidores de la “revolución” como justificación, hace rato se desvanecieron en la crudeza del fracaso, en la reiteración del error, en la celebración de la corrupción como impone signo de una verborrea hecha poder y cinismo.
Ese cinismo, que nos recuerda aquel mote que la campaña electoral le adosó al actual mandatario, parece emerger como una impronta de todas las declaraciones de representantes del gobierno: “mentira fresca”. La cesta venezolana de crudo cae a niveles preocupantes, pero eso no impactará el gasto y presupuesto del gobierno para el próximo año. No. Son insanas alucinaciones golpistas e imperialistas. El dólar se mantendrá inamovible en su tasa de cambio de 6,30 Bs/$, y no habrá devaluación. No se ha pagado la gruesa deuda cambiaria con aerolíneas, pero tranquilos, que no habrá problemas con los vuelos, ni con los boletos o los destinos. Tampoco se han entregado divisas suficientes a los Laboratorios y empresas farmacéuticas, pero no se preocupen, no hay escasez de medicinas, es sólo una malsana e inducida sensación saboteadora. Se habla de paz, de amor, de navidades a “precios justos”, mientras se defiende la existencias de grupos políticos armados o “colectivos” que defenestran ministros, y se sataniza y persigue a los empresarios, en franco proceso de asfixia a quienes heroicamente intentan mantener abierta las puertas de sus negocios y empresas.
Apostados bajo el árbol de nuestra realidad, quizá nos cuesta apreciar el bosque del deterioro que se ha venido conformando bajo el goteo de normas, decretos, leyes, arbitrariedades, caprichos y abusos, en las marchas y contramarchas que en el terreno electoral, pero sobre todo en el económico, social y cotidiano, se ha venido instalando.
En el ocaso del 2014, y en los albores de un 2015 que nos plantea un nuevo proceso comicial para la renovación de la Asamblea Nacional, la pasividad o confusión parecen signar los predios de una oposición que no logra terminar de entender en toda su gravedad y magnitud la situación de la nación, ante un gobierno que empezó a trabajar hace rato, no para solucionar los problemas del país, sino para mantenerse a como dé lugar en el poder, a pesar del deterioro que su extravío ha causado, y de la erosión y la división de su base de apoyo popular.
¿Nos acostumbramos a las colas, a la escasez? ¿Nos acostumbramos a ser acusados y estigmatizados por la defensa de nuestra libertad, en todas sus manifestaciones? ¿Nos acostumbramos al gobierno del hampa y el malandraje? ¿Nos acostumbramos a este empobrecimiento acelerado gracias a la voracidad inflacionaria, los controles y regulaciones como expresiones de un fracaso económico que pretende mantenerse? En pocas palabras, ¿Nos acostumbramos a un gobierno cuya permanencia y continuidad, constituye en sí misma, un elogio del deterioro?
@alexeiguerra