La presidenta Cristina Fernández cumplía el lunes en su residencia el primer día de los diez de reposo que le prescribieron los médicos para completar la recuperación de una infección del colon por la que estuvo internarla durante una semana.
Este nuevo capítulo en la salud de la presidenta, siempre rodeada de un halo de misterio, no ha generado en la población la incertidumbre de otros momentos, lo cual los analistas atribuyen a que Fernández está transitando el último año de su mandato y a que la sociedad tiene asumido que el gobierno sigue funcionado en su ausencia.
«El país quedó como en piloto automático. Tiene que ver con el final de ciclo que ya se está viviendo. Hay también un tema de cultura institucional en el que la gente ve que todo funciona igual y pienso también que un acostumbramiento a sus reiterados problemas de salud», dijo a AP Celia Kleiman, directora de la consultora Polldata.
Fernández, de 61 años, fue hospitalizada el domingo 2 de noviembre con un cuadro febril infeccioso, que luego se confirmó respondía a una sigmoiditis, que consiste en una infección del colon. Muchos especialistas atribuyen esta patología al estrés.
La mandataria estuvo internada durante una semana en una clínica privada de Buenos Aires, bajo tratamiento sintomático y de antibióticos por vía endovenosa. Tras el alta hospitalaria, tendrá otros diez días de reposo en la residencia presidencial de Olivos, suburbio al norte de la capital.
En lo que va del año, Fernández acumula casi un mes de convalecencia por distintas afecciones, desde faringitis hasta un esguince de tobillo. Previamente se le extrajo en 2012 la glándula de tiroides por un diagnóstico de cáncer equivocado. Y un año después fue intervenida por un hematoma en el cráneo provocado por una caída de la que no se dieron detalles y estuvo cuatro semanas de reposo.
A diferencia de otras internaciones esta vez no hubo móviles de televisión en vivo desde la clínica ni militantes con banderas y mensajes de apoyo a su líder, tampoco líderes opositores hicieron referencia al tema, lo cual no deja de sorprender tratándose de una presidenta con un estilo personalista de gobernar y que centraliza la escena política.
«No estuve muy pendiente, había mucha información sobre su salud. No estoy de acuerdo con su gobierno, pero es la presidenta y en cierta forma me preocupa, pero como que ya se ha vuelto costumbre que la internen», comentó Julia Cavagna, de 36 años y secretaria.
Para Kleiman «nos hemos acostumbrado a esta forma rara de gobernar centrando todo en una persona en presencia y en ausencia».
Pese a su larga convalecencia la presidenta no delegó el poder en el vicepresidente Amado Boudou, lo cual puede resultar atípico. Pero dado que el funcionario está procesado por corrupción, dejarlo a cargo del Ejecutivo hubiera resultado problemático.
«La verdad no seguí mucho el tema», apuntó Cecilia Chevallier, psicóloga, de 38 años. «Mi perra me comió el control remoto de la televisión y no leo los diarios. Pero no me pareció grave y todo siguió igual».
El gobierno no ha dado aún fecha para la reaparición pública de la presidenta.