Los profesores Carlos Parra y Maritza Soto de Parra se quedaron sin uno de sus hijos cuando el hampa, cuyo objetivo es la violencia y el dolor, acabó con la vida de Carlos Eduardo Parra Soto, de apenas 29 años de edad.
Sintió unos tiros en su vehículo, lo detuvo y salió corriendo. Los delincuentes, al ver su acción, no lo pensaron y dispararon. Sus sueños quedaron tendidos junto a él y ahora, cuando en quince días nazca su hija, sólo podrá conocerlo desde el recuerdo amable de los suyos.
Carlos Parra y Maritza de Parra son queridos de manera entrañable por la familia de los colegios Rioclaro y Las Fuentes.
Ayer, en la funeraria Metropolitana, el dolor se hizo sereno con la fuerza de la oración y la amistad. Familiares y amigos rodearon la tristeza para convertir la angustia en entereza y pedir justicia para que este crimen no sea un nombre más en esa larga lista llamada impunidad.