Toda ciudad, apenas podía, erigía su muralla protectora aun si al principio era una simple empalizada. Esas murallas dejaron de levantarse cuando, a partir del siglo 15, se hizo evidente que el desarrollo de los cañones las habían vuelto inútiles. Entonces muchas de ellas fueron derribadas y las ciudades, antes encajonadas entre muros y torreones, pudieron crecer con más libertad.
Pero la erección de muros y barreras no cesó, ya no en el perímetro de las ciudades sino en su mismo interior para controlar la entrada y salida de la gente, según fuera el caso, creando guetos residenciales, recreacionales, productivos, etc. para delimitar el espacio en cuyo interior están los “nosotros” y afuera los “otros”, los distintos, los peligrosos. Los muros se complementan concareles de advertencia, cercos eléctricos, vigilancia armada, cámaras de video y perros. Es la exclusión, siempre justificada por la necesidad de sentirnos seguros en el interior de nuestro espacio,al que consideramos propio y diferente al resto de la ciudad, donde reina la anarquía y el peligro. Con frecuencia, las líneas de frontera son psicológicas, van por el medio de la calle, señalando, ellas también, el ellos y el nosotros.
La seguridad es necesaria, pero cuando nos atrincheramos detrás de nuestras murallas, al final no estamos resolviendo el problema, sino que también destruimos el espacio público, el espacio comunitario y publico que los más pudienteshan abandonado para encerrarse en sus clubes, sus residencias y sus automóviles. La calle queda para los que andan a pie, para los más pobres, los que por desconocidos, son peligrosos. Así, la ciudad de ser lugar de encuentros, se vuelve un no lugar de desencuentros y miedo.
La recuperación de la ciudad pasa por resolver la segregación social de la única manera posible: elevando el nivel económico, educativo y social de los que hoy son los pobres. Si en los espacios públicos de muchas ciudades europeas podemos ver una abigarrada mezcla de gente sin temor a circular entre ellos, es porque las causas de la violencia han sido muy disminuidas. Por ejemplo, en Suecia, una de las actividades más importantes de la policía no es la de resolver crímenes, pues ocurren muy pocos, sino recoger los borrachos y devolverlos a sus casa. Y aunque Suecia es una sociedad en donde no han dejado de existir las diferencias de clases estas se han minimizado. Ellos entendieron que había que llegar a una situación donde no se necesitaran más policías sino menos diferencias sociales.
Resolviendo las groseras diferencias económicas y sociales, los muros y guetos se volverán tan inútiles como las murallas medievales, y serán reemplazados por espacios públicos seguros, tan necesarios.