Con abrumadoras victorias que superaron sus grandes expectativas, el Partido Republicano asestó a los demócratas y al presidente, Barack Obama, la derrota electoral más devastadora de su presidencia. El premio es el pleno control del Congreso, y con él, el poder de cambiar la dirección del gobierno de Estados Unidos los dos próximos años.
Ambos partidos hablaron el martes de la necesidad de un compromiso, pero se enfrentan a grandes obstáculos en ese camino. La lista es larga: las elecciones de 2016 que ya asoman por el horizonte, las persistentes divisiones dentro del Partido Republicano y las gélidas relaciones entre Obama y el senador Mitch McConnell, reelegido en Kentucky y que probablemente se convertirá en el líder de la mayoría parlamentaria.
«No espero que el presidente se levante mañana y vea el mundo de forma diferente que esta mañana», dijo McConnell en su fiesta de celebración el martes por la noche. «Él sabe que yo tampoco lo haré».
Los comicios devuelven a los republicanos el timón del Senado después de ocho años, y junto con un Congreso de mayoría republicana, permitirá a la formación establecer una agenda legislativa totalmente diferente a lo que habría salido de la Casa Blanca con Obama. Los principales asesores del presidente pasaron semanas planeando cómo gestionar un Senado republicano, y Obama y los líderes del congreso tenían previsto reunirse el viernes en la Casa Blanca.
En el escenario más ideal, McConnell y Obama pueden buscar terreno común en zonas donde sus partidos tienen intereses alineados: mejorar el complicado régimen fiscal del país, reparar envejecidos puentes y carreteras y forjar nuevos acuerdos comerciales con la Unión Europea y las naciones de Asia-Pacífico.
«Éste es un nuevo capítulo en la presidencia y no tiene que ser uno de derrota», dijo Bill Burton, ex asesor de Obama en campaña y en la Casa Blanca. «Perdimos en muchos lugares, pero lo cierto es que esto podría abrir una oportunidad real de llevar a cabo algunas cosas».
Para Obama, cada vez más resentido por su disminuido peso político, la perspectiva de llegar a acuerdos con un Congreso republicano es un premio de consolación que podría salvar su renqueante segunda legislatura. Los líderes republicanos del Senado también ver algo que ganar enmostrar a los estadounidenses que pueden gobernar de forma eficaz, dado que los votantes expresaron su insatisfacción con su partido, además de con Obama, en los sondeos de salida realizados por la Associated Press y cadenas de televisión.
Pero es probable que en la lista de tareas de McConnel y los republicanos haya muchas cosas que no coinciden con los planes de Obama para sus últimos años en el cargo, como reducir el déficit presupuestario, hacer cambios en la reforma sanitaria defendida por Obama y aprobar la construcción del polémico oleoducto Keystone XL desde Canadá.
«Enviaremos al presidente ley tras ley hasta que se canse de ello», afirmó el senador republicano de Kentucky Rand Paul, un favorito del tea party y posible aspirante a la campaña presidencial de 2016.
Es probable que la cercanía de la nueva carrera electoral deje a McConnell y Obama con poco tiempo para hacer progresos en cualquier legislación de compromiso.
McConnell tendrá que hacer frente a la presión de posibles aspirantes a la Casa Blanca, como Paul y el senador de Texas Ted Cruz, que ven pocos incentivos en llegar a un compromiso con una Casa Blanca demócrata mientras cortejan a los votantes conservadores que deciden las primarias republicanas.
Es probable que la oposición republicana al presidente aumente si Obama acelera sus acciones ejecutivas, como las directivas presidenciales sobre inmigración previstas para antes de final de año.
También Obama se enfrentará a la política interna del partido. Puede que ya no pueda contar con todo el apoyo de los demócratas, que probablemente no querrán ayudar a que los republicanos parezcan eficaces gobernando durante los preliminares de las presidenciales. Las elecciones del martes también le despojaron de algunos de los miembros más moderados de su caucus, como el senador Mark Pryor de Arkansas y la senadora Kay Hagan de Carolina del norte, lo que le deja con miembros más progresistas que tienen menos prioridades en común con los republicanos.
La Casa Blanca guardó silencio el martes mientras los republicanos se apuntaban una victoria tras otra y asumían el control del Senado, horas —si no días— antes de lo que esperaba la mayoría. En privado, algunos asesores expresaron su frustración de que los demócratas, recelosos de verse asociados con Obama, dejaran a un lado al cada vez más impopular presidente durante la campaña. Esa estrategia hizo poco por frenar las pérdidas en lugares donde Obama mostró buenos resultados en sus carreras presidenciales, como Colorado, Iowa o Florida.
Para los demócratas, el único lado bueno de las elecciones del martes es que ya pasaron. La atención puede ponerse ahora en 2016, cuando la lucha por el Senado se celebrará en estados tradicionalmente más favorables a los demócratas.