Caminito que un día
Efemérides de luto y de bochorno (4)
El levantamiento gayón de 1618, no fue capricho o iniciativa personal de la indomable lideresa americana Ana Soto sino reacción colectiva natural contra el despojo “legal” llevado a cabo por el gobernador español Diego de Osorio de las tierras pertenecientes a los pueblos indígenas que, por lo demás, no fue únicamente en los valles de occidente venezolano donde dicha rebelión se produjo sino en todo el país, con la participación masiva de todos los pueblos que habitaban originariamente el territorio llamado Venezuela, por bautizo colonial español.
Tampoco es casual que junto con la vacancia de las encomiendas llevada a cabo por Osorio, la venta de tierras a los encomenderos, inmediatamente después, Francisco de la Hoz Berríos, otro gobernador español, un poco antes de 1620 y poco después de ese año, de acuerdo con las autoridades eclesiásticas, promoviera en todo el país, por sí o a través de representantes suyos, la fundación de pueblos a los cuales los indios, despojados de sus tierras, fueron obligados a ocupar lo que no fue sino para facilitar la reunión de mano de obra suficiente para su utilización en los trabajos que ahora, los flamantes dueños de la tierra, necesitaban desarrollar en las fincas, haciendas, hatos y posesiones de todo tipo.
En mi libro La Comarca Mancillada, 2003, puse un ejemplo de esta situación: “Según Ambrosio Perera, en toda la jurisdicción de Barquisimeto no existía ni un solo pueblo de indios pero desde fines de 1619 y principios de 1620 surgieron muchos de ellos en toda la jurisdicción” que “cumplían el propósito colonizador de vencer la resistencia indígena de reunir en determinados sitios a los indios para su utilización en el trabajo de las encomiendas y fundos de los españoles, imponerles la cristianización mediante la acción evangelizadora de los frailes misioneros, apropiarse de las tierras que antes les pertenecían pues a los pueblos donde eran reducidos apenas se les concedía para sus labranzas una legua de tierra a cada viento principal de la que, en muchas oportunidades, eran despojados”.
Es contra esta abominable política imperial que Ana Soto insurge en 1618 al frente de 2000 guerreros y el auxilio de su aguerrida sobrina Leonor y de su esposo Pedro Monge, logrando combatir sin tregua durante 50 años hasta el 8 de agosto de 1668 cuando es apresada y ajusticiada posiblemente sin darle oportunidad de un juicio legal en el que, de haberse dado, un abogado imparcial, si eso hubiese sido posible, podría haber demostrado no la “inocencia” de la prestigiosa cacica gayón sino la justeza de su lucha y de su pueblo en defensa de todo cuanto el gobierno español perpetró contra ellos.
El 8 de agosto de 1668, fecha del ajusticiamiento de Ana Soto, debe sumarse al calendario luctuoso de Venezuela y al de bochorno para el colonialismo español.