José Miguel Pimentel i Bravo, llegó a Cabudare proveniente de Mérida, donde estudió para sacerdote en el Seminario de San Buenaventura, un claustro fundado por el primer obispo Fray Juan Manuel Ramos de Lora, el 9 de noviembre de 1790.
Hijo de una familia acaudalada: don Francisco Javier Pimentel y doña Josefa Antonia Bravo.
Según testamento localizado por el historiador Taylor Rodríguez García, cronista de Palavecino, el padre Pimentel nació en Trujillo en 1792, el 19 de marzo o el 29 de septiembre.
Sus últimos días los vivió en Cabudare, hasta el 9 de mayo de 1860, cuya mortaja, previo designio testamentario, fue trasladada y enterrada en la iglesia matriz de Trujillo.
30 años de sacerdocio
El presbítero Pimentel ejerció como cura rector o titular durante tres décadas en Cabudare.
Desde el 28 de enero de 1828 hasta mediados de enero de 1858, fecha en que se retira del cargo con autorización del clero por el estado calamitoso de su salud.
Pero la gran obra de Pimentel en un acto de amor por Cabudare, fue sin dudas, la edificación del templo San Juan Bautista.
“Fue este sacerdote quien construyera la nave central de la iglesia, oficialmente inaugurada en junio de 1835”, subraya el cronista.
Existe una carta del padre Pimentel de su puño y letra, localizada en el archivo arquidiocesano de Caracas, fechada el 17 de agosto de 1834, en donde reporta al obispo de la Caracas, don Ramón Ignacio Méndez de la Barca, quien había sido su maestro en el seminario merideño, que “con mucho desvelo hemos podido terminar la iglesia”.
Fundó escuelas
Rodríguez señala en su investigación, que el padre Pimentel no solamente se preocupó por la vida religiosa de Cabudare, sino también por la social.
Fundó entonces dos escuelas de primeras letras: una para varones que ya se reporta en 1833, en donde el primer maestro proveniente de Ospino, Rito Valera, fue nombrado su titular, fijando residencia en Cabudare.
En 1845, anota el historiador, que fue tanta la insistencia del sacerdote, que logró licencia para crear la escuela para hembras, “cuando la educación era eminentemente para varones, por cuanto, de cada diez escuelas para varones había una para hembras.
Un camposanto para el pueblo
Pimentel a la par de construir la iglesia matriz de Cabudare, se empeñó en edificar un cementerio, empresa que le permitió a establecer amistad con el general Juan Jacinto Lara, logrando se apostara en las márgenes del pueblo el camposanto.
El cronista precisa citando a don Vidal Hernández, que el lugar de sepulturas ya estaba instalado en 1845.
En 1879 se inició la construcción del segundo cementerio municipal.
Los censos del sacerdote
El presbítero Pimentel elaboró dos censos bien rigurosos, un verdadero tesoro para los investigadores, describiendo en detalle datos demográficos del Cabudare postcolonial.
Los registros levantados tenían como destino reportar la estructura étnico-social de Cabudare del entonces, fechados el 2 de agosto de 1829 y el 1º julio de 1843.
Relató como estaba organizada la sociedad cabudareña, hablando hasta de los esclavos y manumisos.
Observa Rodríguez en su obra, que Pimentel reportó en el primer censo de la parroquia Cabudare, 9.244 habitantes, disgregados en Ciudadanos 8.947, 251 esclavos y 46 manumisos.
En el segundo registro, Pimentel apunta un total de 11.465 habitantes, ciudadanos 11.252, 146 esclavos y 67 manumisos, lo que significó un incremento de dos mil personas entre 1829 y 1843, como consecuencia de la guerra, la emigración y epidemias.
También señala el sacerdote cuantos dementes había en Cabudare: “Hay 4 locos”.
Tenía bienes de fortuna
El cronista informa en su riguroso estudio, que el padre Pimentel ostentaba gran cantidad de bienes de fortuna.
Solamente en el testamento se logró sumar joyas, haciendas, inmuebles, solares, trapiches enseres, dinero en efectivo, esclavos (comprados a través de un sobrino).
“Llegó a tener Pimentel siete esclavos: 5 varones y 2 hembras, cuyo valor eran de 1.725 pesos, que para el momento ya era una fortuna”, asegura Rodríguez.
Entre dinero que le adeudaban y efectivo que disponía al momento de su muerte, se estima en 400 mil pesos.
Peregrino de la fe, una aproximación a la vida del sacerdote y maestro Miguel Pimentel, es una investigación que realizó el cronista de Palavecino en tres años, que imprimirá la iglesia San Juan Bautista en tiraje de 750 ejemplares.