Murió Elías Roberti el médico del bien

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Ha muerto el doctor Elías Miguel Roberti Riera. Se ha marchado el médico, el investigador, el especialista, pero ante todo el amigo; un ser enamorado de su oficio.

Ejerció desde la mística y el amor profundo hacia su labor y si había vacaciones, era apenas para encontrarse con mayor energía y entusiasmo con aquello que amaba con devoción: atender a sus pacientes.

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Su consultorio en la Policlínica Barquisimeto era una sucursal amable del hogar. Su esposa, Ana Mercedes, ayudante incondicional, recibía con nombre y apellidos, y una sonrisa tan amplia como su corazón generoso, a quienes llegaban desde lugares cercanos y lejanos para encontrarse con el médico noble, quien podía saludar la medianoche todavía entregado al diagnóstico clínico. Nefrólogo pediatra, conocedor de la necesidad y la exclusión, quien podía pagaba y a quien no se le exoneraba.

En su larga lista de pacientes tenían prioridad los que acudían del campo o de ciudades remotas, con la fe puesta en quien siempre tenía remedio y consuelo para sus males.

El consultorio del doctor Roberti era una fiesta de conversaciones gentiles.

La señora Mercedes se ocupaba con esmero de calmar la impaciencia, de colgar en las paredes los dibujos de los pequeños pacientes y luego, al momento de ingresar al consultorio, de ayudar al entregado especialista en la tarea de pesar, medir, tomar tensión y, lo más importante, de saludar la alegría del progreso en el tratamiento y de gestionar cualquier ayuda necesaria.

Y tan a gusto era la vida en el consultorio del doctor Roberti, que los pacientes se hacían hombres y mujeres y no dejaban de acudir, sólo por la confianza de escuchar de su boca el diagnóstico y el tratamiento adecuado.

En el Hospital Pediátrico de Barquisimeto también fundó cátedra y sus ausencias sólo se explicaban cuando se trataba de congresos o estudios necesarios para devolverlos en sabiduría y entrega a quienes hoy lamentan su partida.

Con su esposa Ana Mercedes fundó un hogar modelo y sus hijos saben que tienen en sus padres, un ejemplo de entrega y honestidad. De preocupación sincera por curar y ayudar.

Cuando la larga enfermedad le permitió hacer una pausa, pudo optar por viajes o el descanso lejos del consultorio. Pero su vocación no se lo permitía.

De esta forma, decidió pasar consulta tres días a la semana. Él sabía que las fuerzas no estaban de su lado pero sí su voluntad de servir. Se despidió como sólo los generosos lo saben hacer: pensando en el prójimo, con Ana Mercedes a su lado.

Como siempre ocurre con los hombres nobles, queda su ejemplo y su virtud, valores eternos de su tránsito por este mundo donde sembró para recoger buenos frutos. Ese era Elías Roberti y así será recordado: como el doctor del bien.

 

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