Fue un 24 de octubre de 1982 cuando se difundió entre nosotros la infausta noticia de la muerte de Alfredo Maneiro; su trayectoria política, consistencia ideológica, capacidad de análisis, honestidad y conexión entre su prédica y los hechos fueron los atributos que templaron su noble y descollante figura. Su avanzada concepción revolucionaria lo llevó a apartarse del inútil catecismo dogmático de izquierda, para asumir la lucha por los sectores populares, de manera funcional, práctica, objetiva y con la incuestionable participación de las bases, siendo los principales exponentes de su lucha la parroquia Catia, en Caracas, y Sidor en Guayana.
Siempre tuvo como sus coordenadas fundamentales la profundización y ampliación de la democracia, el combate frontal a la corrupción y una reiterada irreverencia ante el dogmatismo ideológico.
A 32 años de su partida física, la vigencia de sus planteamientos políticos se mantiene con más y mayor vigencia que nunca, ya que el movimiento obrero y las organizaciones vecinales del país han sido subyugados perversamente por la manipulación, el engaño, el verticalismo político y tantas aberraciones que él en vida repudió. Imposible imaginar que Maneiro pudiera avalar el aprovechamiento de la política para beneficios personales como la mentira, el abuso de poder o para instaurar una burocracia autoritaria, ineficiente y corrupta, plagas que en este proceso “revolucionario” se han robustecido para vergüenza de quienes dedicamos nuestra juventud a promover un cambio político profundo, flameando las banderas de la izquierda venezolana.
En efecto, paradójicamente, quienes hoy detentan el poder en este país destartalado en que habitamos, se han apropiado del nombre de Maneiro con el más descarado desparpajo, personificando todos los vicios arriba mencionados, desviaciones y aberraciones que en vida enfrentó: resulta repugnante tener que aceptar la utilización que este régimen hace de la intachable dignidad de su nombre para engañar, haciendo creer que valora sus ideas, pero en verdad la cúpula Psuveca en el poder cuando usa su nombre, en sus actos, solo expresan la más absoluta contradicción y desprecio por su pensamiento y ejemplo.
Su nombre y sus ideas no deben continuar sirviendo de camuflaje a tanto desatinos, piraterías, corrupción e improvisaciones que solo han servido para arruinar y destruir. Caso Sidor, Agroisleña, fundos expropiados…Igualmente, Alfredo Maneiro no debe ser usado por sindicalistas serviles al partido político del “gobierno” que arremete contra esos mismos trabajadores, que él en sus planteamientos y a través de su organización política siempre defendió.
Así mismo su figura, pensamiento y amplia trayectoria política no guarda ninguna relación con organismos al servicio del régimen, creados artificiosamente para facilitar su detestable ambición totalitaria y así socarronamente contribuir a sectorizar e impedir la circulación de la prensa libre. Caso Complejo Editorial Alfredo Maneiro, a través del cual chantajean y extorsionan a los medios impresos que no se les “paran firmes”.
Mucho menos su nombre debe servir de emblema de ninguna oficina o Inspectoría del Trabajo de un régimen como este, que tristemente pasará a la historia por sínico, al llamarse obrerista, mientras vilmente arremete contra los trabajadores, persiguiéndoles, apresándoles, tasajeándoles sus contratos colectivos, firmándolos a media noche y a escondidas. A Maneiro se le debe recordar en la plenitud de la verdad, esa verdad que no resisten ninguno de estos farsantes que cual vulgares estafadores usurpan su nombre. Recordemos a Maneiro como quien realmente fue, un verdadero demócrata, honesto y quien en verdad quiera hacer honor a su nombre que honre su pensamiento y acción.