“Cuando se pierde contacto con la quietud interior, se pierde contacto con uno mismo. Cuando se pierde el contacto con uno mismo, quedamos totalmente perdidos en el mundo” (Eckchart Tolle)
Aunque a los que mejor viven se les multiplica el sueldo, al pobre como a perro callejero se le lanzan las sobras o se le olvida. En este país, todos merecen vivir mejor, el petróleo no es de unos es de todos, luego todos merecen ser tratados con los mismos beneficios; no puede haber venezolanos de primera, de segunda o de tercera categoría. El primer aumento ha debido ser para los que viven en condiciones de mucha pobreza, a los que el dinero no les alcanza ni para medio sobrevivir.
A medida que transcurre el tiempo, el venezolano que esperaba salir de la desesperanza, vislumbra un empeoramiento en las actitudes del gobierno, que día a día es más opresivo, más ineficiente, más incapaz, mantiene un deseo enfermizo de eternizarse en el poder y sigue reprimiendo al pueblo manipulando sus mentes con falsas promesas, en un momento en el que le es imposible mantenerse vivo con el salario miserables que recibe. Su odio no tiene límites para reprimir, perseguir y achacar todos los males a los que piensan diferente. Ofende pero no le gusta que le canten las verdades. No se vislumbra una salida, un resquicio, un respiro ni esperanza para el pueblo; solo burlas, amenazas, mentiras y aumentos de precio diarios imposibles de soportar. La inseguridad, la frustración, las necesidades, el hambre, la desesperación, orfandad, epidemias y enfermedades ponen frente a la población cinco caminos que la llevarán inevitablemente: a la locura, a la cárcel, al exilio, la esclavitud o a la sepultura…
Es tanta la pesadumbre existente que casi nadie disfruta de las bellezas naturales ni de quienes tiene a su alrededor. El corazón de cada venezolano gime como gime en rama seca el viento lastimero; ni mirando al cielo logra vislumbrar una luz en la oscuridad, cuando ve las estrellas las percibe como astros repulsivos que vierten sobre la tristeza sus vómitos de luz que calcinan el alma y huelen a desolación, a brasa, a desierto.
El país se está perdiendo en un mar de inquietudes. Si pierde la brújula, la lucha y el contacto con ella misma, irremediablemente estará perdida. Venezuela: En el fondo de la caja de Pandora todavía queda la argentina luz de la esperanza.
La revolución ha puesto en el camino sus lapidarias rocas, sus demencias y locuras en cada rincón de la patria, en cada fatiga. La vorágine de la intolerancia sobrevuela como buitre el poco espacio de libertad que queda para devorarlo, el odio cava hondo en su entraña para amortajar la vida y poner fin a las justas protestas del pueblo.
No todo ha acabado, el mundo sigue de pie y la patria con él; el sol como el alba sigue mostrando sus resplandores, los cocuyos siguen abriendo sus alas en la plenitud de la oscuridad alumbrando los senderos, la lucha no ha terminado. Si el pasado puso a Venezuela en el infierno en que arde, aún hay un futuro y es de todos. En la lucha hay tres elementos que nunca fallan: fe, voluntad y decisión.
Cada mañana con su quiquiriquí el gallo invita cual ave fénix a renacer de las cenizas del pavor en el que la patria vive inmersa; amanece anunciando la profecía del retorno a la paz, a la libertad y final del desplome moral al que la han llevado los errores y horrores del gobierno.
¡Venezuela no te mueras! lucha hasta el final, todavía respiras ilusiones, no estás muerta…
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